Archivos para noviembre, 2014

Hay cosas que no se pueden obviar… Hay cosas que no se pueden pasar por alto. Hay cosas que son tan bonitas, que no quiero obviarlas, que no quiero olvidarlas, que no quiero pasar por encima sin mencionarlas….

No lo puedo negar… Ni aun esforzándome. Sé que me quieres… Lo sé. Algo dentro de mí lo grita. Sé que me quieres por cómo eres conmigo, insuperable. Sé que me quieres porque siento como me miras, me miras cómo si me vieras. Eso me hace sentir increíblemente bien, increíblemente cómoda… Me haces sentir como una tarde de domingo en pijama en el sofá, abrazada a ti y sujetando una gran taza de café recién hecho.

No lo puedo negar… Ni aun esforzándome. Sé que me quieres… Lo sé. No sé exactamente desde cuándo, no sé exactamente cómo… Pero sé que desde hace mucho, estar contigo es cómo estar en casa. Todo es fácil. Estar contigo es fácil, tú haces que todo resulte fácil.

No lo puedo negar… Ni aun esforzándome. Sé que me quieres… Lo sé. Hay cosas que una no sabe por qué las sabe y por qué está segura. Esta es una de esas cosas. No necesito explicar nada más ni que tú me expliques nada. Me vale con que me mires, porque cuando un sentimiento es tan grande, cada parte de tu cuerpo lo sabe y lo transmite. Una mirada, una caricia, un pensamiento, un… Todo está conectado, todo nos conecta, mi amor.

No lo puedo negar… Ni aun esforzándome. Sé que me quieres… Lo sé. Nunca nadie se había preocupado por mí tanto como tu. Adoro tus mensajes de  “Avísame cuando llegues”, “Ten cuidado”, “Llámame al llegar”, “Abrígate bien, hace frio”…. Esos mensajes que hacen que me derrita.

No lo puedo negar… Ni aun esforzándome. Sé que me quieres… Lo sé. No hay nada más que vernos juntas. Siempre tan unidas, siempre tan compenetradas, siempre volcadas la una en la otra, para todo. Puede que fallen muchas cosas en nuestra vida, mi amor, o quizá no tantas, pero tengo la suerte de que, al tenerte a mi lado, me siento más segura y más fuerte. No me falles tú.

No lo puedo negar… Ni aun esforzándome. Te quiero y sé que lo sabes. Sé que sabes lo mucho que te quiero, pero creo que no sabes lo mucho que te puedo llegar a querer, porque ni yo misma sabía que se podía querer a este nivel.

No lo puedo negar… Ni aun esforzándome. Te quiero y sé que lo sabes. Sabes todo de mí, casi mejor que yo. Me conoces de cerca y me reconoces de lejos. Conoces mi forma de andar y de reir, mi forma de coger un vaso o de pedir un café en una cafetería. Me conoces como para dibujarme al detalle, conoces mis imperfecciones más visibles,  y las aplaudes. Conoces mis miedos más oscuros y escondidos, y los calmas sin llamar la atención. Conoces mi pasado y valoras mi sinceridad. Conoces todo lo que una persona puede llegar a conocer de mí, pero no solo eso. Conoces hasta donde yo ya me pierdo… Me conoces como nadie. Me quieres como nadie.

No lo puedo negar… Ni aun esforzándome. Te quiero y sé que lo sabes. Te miro como tú me miras a mí, con la certeza de haber encontrado lo que muchos tardan años y otros, por desgracia, nunca encuentran. Nos miramos como conocedoras de un gran secreto, el de la vida. Nos miramos y nos decimos un mundo en unas milésimas de segundo. Nos miramos para seguir vivas, nos miramos por costumbre, por desafío. Nos miramos porque sin tus ojos sobre mí, no podría seguir.

Orgullo

Publicado: 17 noviembre, 2014 en Uncategorized

Me siento orgullosa de muchas cosas, muchísimas. Me siento orgullosa de quién soy y de lo que siento. Me siento orgullosa de con quien comparto mi vida. Me siento orgullosa de muchas decisiones que no vienen a cuento. Me siento orgullosa de los sueños descabellados que un día decidí cumplir. Me siento orgullosa de la mujer en la que he terminado convirtiéndome a pesar de todo y sin ningún pesar. Me siento orgullosa de poder despertarme todos los días en mi cama abrazada a ella. Me siento orgullosa de que mi mitad sea ella. Me siento orgullosa de escribir en silencio para gritar al mundo. Me siento orgullosa de haber creado el blog. Me siento orgullosa de muchas cosas, de muchísimas.

Pero si hay algo que llevo muy adentro y me hace estremecer, es sin duda mi tierra. Mi tierra, la que me ha visto nacer, crecer y emigrar. Mi tierra, la que me conoce como nadie y saca lo mejor de mí. Mi tierra, la que convierte una simple canción en un himno, una simple bandera en un estandarte. Mi tierra, con su vida y sus silencios. Con sus heladas soleadas, con sus piedras llenísimas de historias. Mi tierra, la mía.

He hablado tantas maravillas de mi ciudad, he contado tantas historias increíbles, he narrada un sinfín de leyendas sobre ella, que este pasado fin de semana, por fin, nos hemos podido llevar a una de nuestras mejores amigas.

No hay nada más grande que ser embajador de tu tierra. Y esa he sido yo este fin de semana. Me ha tocado el trabajo más fácil del mundo, hacer que una persona ajena a mi tierra, se enamore de ella.

Paseo tras paseo, monumento tras monumento y tradición tras tradición, ella se enamoraba más de mi tierra y yo me sentía aún más orgullosa de ser de dónde soy.

Así que sí, soy muy orgullosa y por supuesto, lo estoy. Estoy orgullosa de ser de dónde soy y de poder alardear de ello. Estoy orgullosa de ver y de sentir como la gente se enamora de nuestra ciudad. Estoy orgullosa de nuestro acento, paisanos. Estoy orgullosa de nuestras expresiones. Estoy orgullosa de pertenecer a una ciudad con tantísima historia. Estoy orgullosa de ser quién soy, amar a quien amo y ser de donde soy, de la mejor tierra del mundo.

 

¿Habéis tenido la sensación alguna vez de que perdíais el control? ¿De que todo lo que pasa a vuestro alrededor, pasará hagas lo que hagas? ¿De qué nada podemos hacer?

A veces tengo esa sensación. Hoy es uno de esos días…

Aun recién levantada, mientras me sacudía el sueño con un café bien cargado, tuve esa sensación. Me miré en el espejo y negué por lo bajo. “No, no y no,” me dije. “No pasa nada,” me volví a repetir.

Salí a la calle y las calles, aun oscuras, me recibieron con un frio tan húmedo, que me calaron los huesos. Me subí la chaqueta hasta arriba y apreté los dientes mientras me ponía el casco. Pero esa sensación de vértigo me perseguía.

Hoy no iba a ser un gran día. Y no lo ha sido. Me he esforzado por obviar lo que sentía, por camuflarlo y por ocultarlo. Pero nada, los sentimientos estaban ahí, bajo tres capas de piel y tres vueltas de tuerca, pero bajo mi misma.

No sé, me siento rara. No sé, me siento diferente. No sé, me siento temerosa y huidiza. No sé, me siento pensativa, nada indiferente. No sé qué me pasa, pero hoy no soy yo ni soy lo que quiero ser. Hoy no sé qué me pasa, pero pasa.

Hoy, el día en la calle está cómo yo aquí, frío. Amaneció el día con el cielo cubierto de niebla, como si dibujaras un horizonte con tu carboncillo y lo intentaras difuminar con el dedo… Así me siento yo, como ese dedo, sucia, como el ambiente. Fría, pensativa, tal vez solo diferente.

Hoy, he tenido mucho trabajo. Me tenía que aguantar a mí misma, que es la carga más grande. He tenido que madrugar, combatir el sueño y luchar contra ocho horas de trabajo intensivo. Aguantar segundos, minutos y horas. Aguantar la jornada sacando pecho. Aguantar…

Hoy, el teléfono no ha parado de sonar. Los mensajes no paraban de llegar. Hoy no quería leer ninguno. No quería oír a nadie. No eran buenas noticias, no eran del todo malas. Siempre termina el vaso estando medio lleno…

Hoy, ha sonado la campana tras mis ocho horas de trabajo. Me he sacudo la desgana y me he vuelto a enfundar la sonrisa y el casco. “Vuelta a casa, vuelta a la realidad”, me dije. Y al salir a la calle, me recibió la realidad en forma de lluvia. Las calles empapadas de una Barcelona cubierta por la oscuridad en pleno medio día, me llevaron hasta casa. Una casa aun vacía y fría, sin ti. A una casa llena de silencios y alguna que otra corchea. A una casa que ahora, ya huele a hogar, a tu calor y a tus brazos llenos de mí.

Hoy no ha sido un gran día. Pero no me rindo.