Llueve en Barcelona y la lluvia repiquetea en el cristal de mi ventana. Llueve en Barcelona y un manto oscuro la cubre, desde el Tibidabo, hasta el mar, del Besòs al Llobregat, desde mi cuarto hasta mi sala de estar.
Llueve en Barcelona y esta nostalgia que se palpa en el ambiente me contamina, me envuelve, me transporta. Hoy no salgo a contemplar este día, a llenarme de sus vivencias, de sus segundos, de sus largas conversaciones en las que conoces secretos del mundo, a beberme el café de un trago porque tengo prisa de comerme el día, de comerme el mundo, de participar de todo esto…
Hoy me siento en mi escritorio, frente a mi papel en blanco y mi inseparable bolígrafo azul, frente a este ventanal que me comunica con el mundo, con mi vida. Hoy no voy a participar en nada de esto, hoy no voy a ser una de esas fuerzas que salga a la calle para empujar el mundo. Hoy estoy en otro mundo paralelo, en mi mundo particular, en un submundo…
Hoy es uno de esos días, que mientras veo la lluvia caer, a la gente correr y refugiarse debajo de un paraguas, mientras veo el cielo iluminarse por algún relámpago … pienso.
Hoy es un día en los que pienso en lo que no tengo, en los que no están, en los que se han ido, en lo que no he conseguido, en lo que no quiero en mi vida. Hoy pienso con el no por delante. ¿Cuánta gente falta en mi vida? Las ausencias duelen, está claro. Todo el mundo echa de menos a alguien, ¿verdad? Pero además de estas ausencias, también me refiero a la gente que por el motivo que sea, tengas tú o la otra persona la razón, ya no están en tu vida. A esas personas que tú misma les pusiste las maletas colmadas de recuerdos en el umbral de tu sombra, ya difuminada.
Una vez leí “Lo peor de crecer, es perder a los amigos” ¿Qué opináis? ¿Estáis de acuerdo con esta frase? Pues mirad, yo cuando la leí pensé que era una tontería, porque mis amistades, mis amigos, eran mucho más que eso, eran como hermanos, eran de la familia… Eran una prolongación más de mi cuerpo, de mi sentir, de mis habilidades, de mis recuerdos… Eran una parte de mí (Por suerte, siempre he tenido muy pocos amigos y muchos conocidos). Por ese motivo no entendía esa frase, es decir, yo cuando creciera mis amigos irían conmigo aunque nos separasen muchos kilómetros, estilos de vida diferentes, horarios de trabajo incompatibles, responsabilidades… Porque para eso son mis amigos, porque para eso estamos ahí. Porque aunque no les veas, aunque no hayas podido hablar hoy por teléfono con esa persona tienes un vínculo tan fuerte y tan duradero que te hace sentirte arropada y acompañada.
Pues hoy, recuerdo a esas ausencias y todos esos recuerdos me cierran el estómago y hacen que me refugien aquí… Hoy recuerdo lo mucho que echo de menos, lo mucho que he querido, lo importante que me he sentido a su lado y lo pequeña, indefensa y sola que me siento ahora que ya no está.
Hoy pienso y recapacito sobre todo lo que hago en mi vida, sobre el valor que le doy a cada una de esas cosas, sobre si son importantes para mí o las puedo sustituir, si son metas que se pueden conseguir o no son más que ensoñaciones de una romántica empedernida que no hace más que cargarse cosas a la espalda y decir “Yo puedo, yo puedo”. No se si algún día acabaré la carrera, pero me gusta estudiar, me gusta lo que estudio, no me gusta no tener tiempo para matricularme de más asignaturas, no me gusta no poder asistir a clase y ser una alumna más, una más a la que pedir apuntes y con la que tomar café, una más con la que se puede contar para hacer un trabajo, una más para lo que haga falta… Pero no puedo.
Hoy pienso en todo lo que he escrito en este tiempo, que es muchísimo, en todo lo que ello me reporta, en todos los beneficios que ha tenido para mí, en todas las alegrías, en todas las buenas noticias y retos que me ha reportado, en todo lo que me han hecho soñar con cada proyecto nuevo que me han propuesto… Pero me entra el miedo. Yo llevo haciendo esto toda mi vida, de verdad que sí, y ahora me llegan proyectos y propuestas por hacer esto y yo me emociono, y yo sueño, y yo me siento afortunada, comprendida, valorada… y yo… tengo miedo de que salga mal, tengo miedo de caerme y que duela, tengo miedo de que todo esto, se esfume como se han esfumado tantas otras cosas de mi vida…
Hoy es un día para pensar, para reflexionar sobre mí, sobre lo que estoy haciendo, sobre lo que quiero y lo que no quiero en mi vida y cerca de mí, para pensar sobre mi futuro, sobre lo que quiero hacer, lo que me hace feliz… Hoy es un día para pensar en todo aquello que no está en mi vida, porque yo lo eché, porque decidieron irse o porque nunca llegaron a mí… Hoy es un día para pensar que llueve, que no creo que salga de casa, que el manto oscuro, que la niebla que cubre la ciudad me ha cubierto a mí, que ha conseguido atar un nudo a mi garganta, a la boca de mi estómago y dejarme aquí, contemplando la lluvia.
Hoy es uno de esos días, que no debería de contar, que debería de repetirse mañana o la semana que viene y poder recuperar estas horas, poder disfrutarlas, hacer cosas que merecen la pena… Llenarla de vivencias, de conversaciones íntimas, de profundizar en mi persona o en la de cualquier otra, mojarme con la lluvia como compañera mientras paseo, leer hasta que me escuezan los ojos, escribir y poder contar mil historias, mil sensaciones, miles de recuerdos y que todo el mundo que lo lea, llegue a sentir lo que yo intento expresar… Este día tenía que tener recuperación, como las matemáticas en junio o en septiembre, como los intentos fallidos, como una claqueta de cine que no hace más que repetir escenas…
O quizá no, o quizá es mejor así, sin que pueda se pueda repetir este día, sin que pueda volver a vivir todas estas horas. La vida es un continuo aprendizaje, cada día es maestro del siguiente, ya lo dije en otra entrada. Hoy estoy aprendiendo a escucharme, a comprenderme, a valorar y a saber descifrar lo que esos nervios en mi estómago me quieren confesar. Creo que de vez en cuando tenemos días así, días que deberían de ser nuestros, para nosotras, para compartir conmigo misma, con mi soledad, con una taza de café… Y llegar a entendernos y saber que responder para calmar todos esos demonios.
Hoy no será un gran día, o sí… pero hoy puedo decir que estoy aquí, que lo tengo todo, que aunque me hayan visitado los demonios sigo aquí, a pie de cañón, pensando que tengo que estudiar, que tengo que escribir y que no pasa absolutamente nada, porque a mi lado, apretándome la mano tengo a la persona más maravillosa y fuerte.
Así que hoy, por las ausencias, por las presencias, por las palabras en voz alta o las palabras susurradas, por las llamadas que no he realizado y que se que tu no las harás, por los nervios en mi estómago, por tu y tú mano acompañándome en todo momento, por tus olvidos imperdonables o imborrables, por los recuerdos y la quemazón que dejan en el alma, por los recuerdos y por las sonrisas que saltan como un resorte, por ti, por mí, por un día de lluvia, por los demonios….