Archivos para marzo, 2015

No es únicamente valiente aquel que se lanza al vacío sin saber con certeza si hay red…

No es únicamente valiente aquel que arriesga su vida de cualquier forma por algo en lo que cree a pies juntillas. O por algo en lo que no cree… Simplemente por arriesgar.

No es únicamente valiente aquel que hace las cosas sin pensar en nada más que en conseguirlas…

Hay muchos tipos de valentías, tantas cómo diferentes situaciones hay en un mismo día. Hay diferentes formas de ser valiente, tantas cómo personas. No todos temen las mismas cosas y no todos se enfrentan de la misma manera a esos temores. Algunos lo hacen a cara descubierta, sin armadura que les proteja. Otros lo hacen simplemente esquivando los golpes del destino. Algunos simplemente esperan a que pase la tormenta, pero debajo de ella y eso, no es fácil.  Ser valiente, no es fácil.

Es valiente aquella persona que sale de su casa, todos los días de la semana, para buscar algo que sabe que no va a encontrar. No porque no busqué, no porque no lo intente, no porque sea mejor o peor que cualquier otra persona… Es valiente al salir todos los días, aun presuponiendo el resultado al final del día. Salir con los bolsillos cargados de ilusión y un bocata para medio día cómo únicas armas.

Es valiente aquel que descubre quien es y lucha por ser siempre él mismo, en todas las situaciones que se le presenten, en todos los ámbitos de su vida y ante cualquier persona. A veces, no es fácil descubrir quién eres y qué quieres, pero cuando llegas al punto de tenerlo claro, lucha por ti, por quien eres y por lo que sabes que conseguirás. Porque no hay fuerza ni esperanza más fuerte, que la certeza de que lograrás algo.

Es valiente aquel que puede mirar a los ojos a una persona que se está derrumbando. No es fácil aguantar esa mirada, cuando notas el momento exacto en el que se le está partiendo el alma. Notas como tiembla, cómo llora y cómo se va encogiendo poco a poco, reduciéndose a cada milisegundo que pasa. No es fácil, no es agradable. Hay que ser muy valiente para mirar a los ojos a esa persona y darle el calor y apoyo de abrazarla e intentar calmar esos temblores. Hay que ser muy valiente, no todo el mundo puede.

Es valiente aquel que reúne las fuerzas necesarias y que creía que no tenía, para decirle a su gente más cercana algo, que sabe que no quieren oir, algo que sabe que el hará daño, algo que sin duda, hará que las cosas cambien para siempre. Pero a pesar de todas esas cosas en contra, es valiente de plantarse delante de su gente y confiarles la verdad, lo que pase después, no dependerá de sus palabras.

Es valiente aquel que se acuesta cada noche deseando que amanezca y empiece un nuevo día, una cuenta a cero, un marcador sin estrenar… Una nueva oportunidad de hacer más cosas, de hacerlas mejor, de intentar cambiar alguna cosa, de intentar mejorar algún aspecto… No es fácil arreglar una cosa que estaba marcada, pero es de valientes intentarlo.

Es valiente aquella persona que se enfrente a situaciones que no puede controlar y que no puede predecir. Me refiero a ese tipo de circunstancias que no depende de ti ni de lo que hagas para mejorarlas, porque nada que hagas tú, hará que las cosas cambien. El hecho de no tener el poder de modificar algo que te atañe, es muy duro, por eso hay que ser valiente para enfrentarse a algo como esto. Es cómo enfrentarse a un fantasma, siempre jugarás con desventaja.

Es de valientes (Y totalmente necesario) entregarte a alguien por primera vez. No es fácil confiar en alguien cuando nunca antes lo has hecho. Arriesgar algo que para ti es importante y que valoras, la confianza, la sinceridad sin saber el resultado que va a tener esa información y esa relación. Hay que arriesgar para poder confiar en alguien. Siempre habrá una primera vez para todo y con todas las personas de tu círculo más cercano. Siempre será difícil, pero no tiene por qué salir mal, solo hay que confiar.

Es valiente aquel que habla de sus miedos. No es fácil sentarte y confiar tus pensamientos más personales, tus miedos más profundos y tus temores más predecibles. No es fácil hablar de las cosas que nos han causado mucho dolor. Nos cuesta abrirnos, nos cuesta confiar todos esos miedos. Hay que ser muy valiente para sentarse y coger al toro por los cuernos. Nos dan miedo nuestros propios miedos… Eso está claro, pero solo hasta que dejan de hacerlo.

Es valiente salir de casa todos los días e ir al trabajo, aun cuando sabes que no sabes si ese trabajo será el definitivo, si habrá recortes, ERES o vete tu a saber qué… Es de valientes, porque lo que cuenta no es ese temor, no es esa jornada, sino lo que gracias a eso, puedes llevar a casa, a tu familia. Es de valientes aguantar esa presión, porque no todo el mundo lo lograría.

Es valiente aquel que lee esto y, sin darse cuenta, asiente con la cabeza, porque alguna de las cosas que he dicho, las siente como suyas, porque alguna vez le han pasado o ha sido testigo directo de otras… Hay que ser valiente para vivir porque la vida no es fácil. Todos los días tenemos que enfrentarnos a problemas, a malas caras, a encrucijadas, al silencio por toda respuesta, a alguien que se salta un ceda al paso y te da un susto de muerte, a tener la mesa de la oficina hasta arriba de trabajo, a tener que trabajar el fin de semana… Muchas cosas, cada uno, las nuestras, pero ninguna fácil.

Por eso, la única manera de vivir, es ir hacia delante. Y la manera de ser valiente es vivir. ¿Qué hay más valiente que vivir?

Capturando momentos…

Publicado: 21 marzo, 2015 en Uncategorized
Etiquetas:, , , , ,

El tiempo vuela… Lo tengo claro.

El tiempo vuela y no importa que alces tus manos para intentar capturarlo y hacerlo tuyo. No importa que hagas eso, porque los segundos y los momentos que forman ese espacio de tiempo, terminan resbalando entre tus temblorosos dedos y huyendo de ti. Habrás perdido ese instante.

El tiempo vuela y no le importa lo que tú quieras. El tiempo vuela y lo hace a tantísima altura, que aunque vuelva la vista atrás, hacia a ti, ni si quiera te verá. Vuela tan alto, vuela con tanta fuerza, que quizá en el tercer aleteo, ya no existas.

El tiempo vuela y no importa que reces, que busques piedad o que quieras parar, rebobinar y retroceder. No importará. Nadie te preguntará que es lo que tú quieres, porque al tiempo, lo que menos le importa es eso. Él solo fluye entre la arena de un reloj y se deja llevar, granito a granito hasta la eternidad.

El tiempo vuela… ¿Aprendiste a volar ya? Es la única manera de llegar tan lejos como él… Ir a su lado, a su par, a su vera, sujetando el reloj y contando los pasos, para no perderle. La única manera de detenerlo, es dejarlo seguir, pero arropado por ti. ¿Aprendiste ya a volar?

Yo sí… Estaba tan cansada de que el tiempo pasara por delante de mí y no se detuviera, no me mirara y no se percatara de mi existencia, que decidí volar y lanzarme al vacío del recuerdo, de su recuerdo. Al tiempo límite de la existencia de un segundo. Lanzarme al vacío después de colocar la red bajo mis sueños. Sin miedo, pero con cabeza. Con cabeza, pero sin mirar atrás. Ya no hay que mirar atrás, el tiempo siempre va hacia delante, como ahora hago yo.

He aprendido muchas cosas en esta vida, muchísimas. Pero sin duda, esta es la mejor lección de todas. He aprendido a vivir el momento. Cada momento. Uno por uno, sin prisas, sin agobios, sin que los segundos pisen a los minutos en el reloj de mi muñeca.

He aprendido a capturar el momento ¿Qué momento? El momento que quiero que sea eterno… Porque para que una cosa sea eterna, solo tiene que existir y la única manera de existir, es que alguien te viva, que alguien te respire, que alguien cierre los ojos y apriete los puños con tanta fuerza, que le quede la marca en las palmas de su mano. La mejor manera de ser eterno es existir. Y tú existes, porque eres eterna. Eterna para mí, eterna en mí.

Así que cierra los ojos y vive ese momento. Crea una muesca tan profunda en tu memoria, que ni el tiempo logre erosionar y si lo consigues, esa muesca te acompañara por siempre, será eterna y existirá siempre en ti y para ti… Habrás sido capaz de capturar un momento, un instante, un segundo seguido de doscientos más. Y todo ello, cabe en una muesca, en una ínfima parte de tu memoria.

 

Desarmada

Publicado: 18 marzo, 2015 en Uncategorized

Ha sido una semana extraña, muy extraña. No ha sido mala, no ha sido buena, solo extraña. De ese tipo de extrañeza que no quieres que te ocurra, porque si hay algo que no puedes definir, te deja desarmada completamente. Así me he quedado, desarmada.

Ha sido una semana de mucha tensión acumulada a lo largo de los meses sobre mis hombros, sobre mi almohada a la hora de dormir, sobre mis manos, que se apoyaban la una a  la otra. Mucha tensión, mucho que pensar, mucho que decidir… Cómo si el mundo dependiera de esto…

Pensaba que yo podía solucionarlo, solucionarlo todo. Que de una cosa buena, solo puede salir otra mejor. Que hay cosas que son tan increíblemente buenas, que te hacen saltar al recibir la noticia, que te hacen olvidarte del mundo, que consiguen erizarte la piel y que la noticia te haga cosquillas por la garganta y te haga tartamudear… Siempre pensé…

Y es por eso que ha sido una semana extraña… Cuando piensas y planeas una determinada cosa, una determinada situación para llevarla de la mejor manera a buen puerto. Cuando te pasas noches en vela pensando y repasando las palabras justas que usarás, las expresiones, el tono de voz…  Cuando has meditado una y otra vez en todas las posibles respuestas que te pueden dar, en todas las expresiones que su cara puede adoptar… Cuando has pensado tanto en esto, y el resultado y la respuesta es otro, te descoloca.

No logro entender como de una determinada cosa buena, una buena noticia, una buena acción, un buen inicio de día, puede salir… Esto. Un desarme total, una semana extraña, un silencio que ya, ni si quiera es molesto, solo es absurdo. No entiendo las respuestas, no entiendo mi desarme. No te entiendo.

Es increíble lo que cuesta hacer ciertas cosas, a pesar de que sabes que es la mejor medicina, el mejor remedio y el mejor medio para hacerlo, pero es tan difícil…

Esto es difícil, el escribirte esta carta ahora, dos meses después de que te fueras. Es muy difícil escribirte por primera vez y obligarme a hablar en pasado, cuando tu para mí, abuela, jamás estarás solo en el pasado.

Ya han pasado dos meses de aquella llamada temprana que me hizo temblar antes de responder. Lo recuerdo como si fuera ayer. Sabía el mensaje, lo intuía. Además, esa noche, había dormido mal, me desperté varias veces y me levanté otras tantas… ¿Era por ti?

Hablé con mi madre, que con la voz tomada por la pena, solo articuló “es la abuela”. Sobraba decir nada más… ¿Qué más se podía añadir? Me quedé unos segundos o minutos con el teléfono en la mano y la mirada apagada. La abuela, la abuela se ha ido… Apreté los puños y me volvía  la cama. Me arropé y me abracé a mi chica, que notó enseguida que algo no iba bien. “Es la abuela”, le dije.

Os puedo asegurar que perder a mi abuela ha sido lo peor que me ha pasado en mi vida. Sin medias tintas, sin exagerar, midiendo las palabras con todo lo que digo. Esa señora, ha sido mucho más que una abuela para mis hermanos y para mí. Siempre cuidó de nosotros, siempre.

Recuerdo cuando venías a buscarnos a casa para llevarnos al colegio y después hacíamos el camino contrario hasta casa. Recuerdo como mi madre te llamaba cuando me ponía mala para que vinieras a cuidarme por la mañana y siempre me traías un milhojas para que mejorara. Recuerdo cuando jugábamos al parchís o a las cartas, cómo te gustaba y cómo luchabas por no perder… Recuerdo los viajes que te hacías y que después, a la vuelta, siempre nos traías regalos de la costa blanca, la costa dorada, la costa… Recuerdo que te sabías dos mil canciones, cada una sobre un tema diferente y que siempre comenzabas a cantar en el momento preciso, como si lo tuvieras preparado. Recuerdo lo poco que te gustaban los tacos y los insultos. Recuerdo que siempre has sido una mujer que se arreglaba muchísimo. Recuerdo que te gustaba bailar y que lo hacías genial. Recuerdo cuando éramos niños e íbamos a andar en bicicleta. Recuerdo que odiabas comer garbanzos. Recuerdo que tenías un gran sentido del humor y también, un poco picaresco. Recuerdo que has sido una mujer muy valiente y muy echada hacia delante. Recuerdo que te gustaba mirar fotos y recordar tiempos pasados. Recuerdo que nos querías muchísimo. Recuerdo que siempre nos dabas muchos besos. Recuerdo tu pelo recogido en un moño, perfectamente peinado. Recuerdo tus labios rojos. Recuerdo las historias de tu pueblo. Recuerdo… Recuerdo… Abuela, te recuerdo a ti y lo que pude vivir contigo en mis 29 años. No lo olvido, no te olvido ¿Cómo podría?

Han pasado dos meses y este mes, este preciso mes es el tuyo. En unos días llegará tu santo y tu cumpleaños. Llegará el día de San José, tu santo querida Pepita y también, el día del padre, porque por suerte, puedo decir que has sido también “como un padre”, sí tú, abuela. Este año soplarías 99 velas, y aunque, por desgracia no podrás hacerlo, seguirá siendo tu día y todos, desde donde estemos, nos acordaremos de ti, abuela, todos. Es tu día, será tu día.

Gracias abuela por todo lo que has aportado a mi vida, por todo lo que me has enseñado, los valores que me has inculcado y por quererme, porque cuando estábamos contigo, nos sentíamos los tres muy queridos y muy cómodos.

Gracias.

He estado pasando las fotos y los vídeos que he hecho estas pasadas vacaciones… Y no he podido evitar esbozar una gran sonrisa. Han sido increíbles, increíbles de verdad…

Planeamos nuestras vacaciones de invierno en torno al cumpleaños de nuestra sobrina y ya, a partir de ahí, dibujamos el resto del plan.

Desde algo más de un año, cualquier época del año en la que tenga días libres, puentes o vacaciones, planeo ir a casa. Necesito ver a mi gente y ayudar a mi hermana en lo que necesite. Ahora, desde la llegada de la sobrina, los días de vacaciones empiezan o acaban en mi casa. Pocas cosas nos hacen tan feliz que eso.

Con el coche cargado de maletas, regalos e ilusión, nos pusimos rumbo a mi casa, a mi tierra anhelada, a mis atardeceres anaranjados…  Y fueron tan gratificantes los días que vivimos allí, que a día de hoy, un mes después, hablamos sobre aquello y ambas sonreímos.

La niña está grande y preciosa, cómo siempre. Hemos sido testigo de cómo ha comenzado a caminar. Sí, vale, con el corre pasillos… Pero a caminar. Sus tías, que la adoran, se pasaron tardes enteras recorriendo el pasillo junto a ella, por si se caía, cuidando cada paso que daba. No cambio ni un minuto de los que viví en aquel pasillo, a pesar del dolor de espalda que tuve esa noche. Fue tan gratificante…

En uno de esos paseos por el pasillo, llegamos hasta el final y teníamos que girar el andador, para que enfilara de nuevo rumbo al salón. La niña se paró, me miró y me besó. No hay momento más tierno que ese. Yo, de cuclillas, a su altura, recibiendo el beso más deseado del mundo. Y la risa, su risa infinita…

Pero las vacaciones dan para mucho…  Y mi hermana vuelve a ser la protagonista de lo que será de nuevo, la noticia del año. Nos hacen tías de nuevo… ¡¡Otra vez!!

Sí, estábamos en mitad del cumpleaños acabando el postre, cuando mi cuñado se levantó y dirigiéndose a toda la familia nos lo anunció… Para septiembre, la niña tendrá un hermanito y nosotras, otra perdición… Pero una perdición tan adorable…

La noticia nos pilló a todos por sorpresa. Nadie sabía, ni sospechaba nada. Querían que nos enterásemos todos juntos, a la vez, y así fue. Nos pasamos la tarde brindando y sonriendo por el nuevo miembro de la familia, porque pocas noticias hay mejores que esta… Para mí, ninguna.

Pero las sorpresas y las buenas noticias no quedaban ahí… Nos fuimos a tomar algo todos juntos. Mi cuñado se sentó al lado de mi chica y comenzaron a hablar. Yo, la verdad, es que no hacía mucho caso a esa conversación. Hablaba con mi hermana mientras hacía fotos a la niña…

Le estaba proponiendo ser la madrina… ¡¡Mi chica!! Me miró y pude ver la ilusión en sus ojos… Madrina, guau… ¡Sí, sí, sí, claro que quiere!

Así que, ahí estamos, esperando a nuestro pequeño que llegara en septiembre y llenas, no os podéis imaginar hasta qué punto, de felicidad. Es todo genial.