Archivos para marzo, 2013

Me falta una semana y un día para coger las vacaciones, mis ansiadas vacaciones. No os podéis hacer una idea de las ganas que tengo… Pensareis, ¿Quién no tendría ganas de coger vacaciones? Ya… Supongo que es lo normal, pero yo estas vacaciones me voy a casa, a mi casa.

Puede parecer una tontería pero no voy desde principios de octubre y el tiempo ya hace mella. Tengo ganas de ver a mis hermanos, a mi abuela, a mis padres y al resto de la familia y amigos, por supuesto. Pero también tengo ganas de “Estar en mi casa” de terminar de comer y sentarme en mi sofá, donde siempre me sentaba, disfrutar del olor característico de mi casa, ese que nota la gente de fuera y yo soy ya de fuera y lo noto. Me apetece comer la comida de mi madre, porque en ningún sitio se come como en casa.

A mí me encanta cocinar y siempre que hago algo nuevo, hablo con mi madre para que me ayude, pero no sabe igual. No sé si será la casa, la familia o el truco final, pero las comidas no saben igual.

Tengo ganas de vivir diez días como si el tiempo no hubiera pasado. Durmiendo en mi casa, mi madre llamándome para comer o salir de cervezas.

Me encanta estar en mi casa, en mi ciudad y además, como siempre, me acompaña mi chica, lo que significa que durante diez días le contaré mil historias. Las historias que voy recordando mientras paseamos. En cada calle tengo algo que contar, siempre. El problema es que hemos ido muchas veces juntas y la mayoría de las historias ya las sabe, pero me escucha como si fuera la primera vez que las cuento, creo que nota mi ilusión.

Me gusta mi ciudad, me gusta toda la historia que se puede leer en sus calles. Me gusta pasear por sus calles estrechas, tranquila, sin prisa, sin el sonido de las sirenas de bomberos o ambulancias, sin la prisa que lleva la gente por aquí por Barcelona. Pasear por pasear. Parar, tomar una caña o un vino, comer la tapa que te ponen ( Sí, gratis) y continuar.

No tener que coger el metro, coche o moto durante diez días, porque a todos los sitios se puede ir andando, si quieres, claro. Disfrutar de los espacios verdes que me ofrece la ciudad, que son muchísimos. Y respirar. Mirar al cielo y respirar y llenarme los pulmones de aire limpio.

Tengo ganas de estar con mi abuela que hace unos días fue su cumpleaños y no pude estar en la celebración. Le llevaré unos regalos. Estoy deseando que los abra, ver la cara de niña pequeña que se le pone, con una ilusión en los ojos que es indescriptible. Terminar de comer y jugar con ella al parchís, durante al menos dos horas… Y mientras jugamos que me cuente mil historias, las mismas de siempre, y como siempre, a mí me encanta. Disfruto como si fuese la primera vez, porque es ella, porque estoy junto a ella.

Estoy deseando estar por mi casa… Estar por mi ciudad… Estar con mi gente…

La verdad que echo mucho de menos mil cosas de allí. Echo muchísimo de menos a las personas que dejé allí, a las tradiciones, a las costumbres, a la forma de vida, a los paisajes… Pero sobre todo, echo de menos a mis hermanos.

Somos tres, contándome a mí, yo soy la del medio. Y puedo asegurar que estamos los tres muy unidos. Yo no doy más de dos pasos sin comentarlo con ellos. Son un gran apoyo.

La verdad es que no lo hemos pasado demasiado bien y solo contábamos con el apoyo que nos podíamos aportar nosotros. Es decir, que en las personas que más confío, son ellos. ¿Qué me pasa algo extraordinario? A ellos se lo cuento… Igual a mis padres ni se lo comento, por falta de confianza, por falta de cercanía… Pero a ellos sí.

Y estoy deseando que estemos los tres juntos, porque cuando estamos juntos, sé que no nos puede pasar nada. Cuando estamos juntos disfrutamos, nos reímos muchísimo, nos ponemos al día… Mi chica alucina cuando nos ve juntos, porque somos como un terremoto…

Así que, deseando que llegue el próximo domingo para poder estar diez días por mi tierra, que ya toca! Y descansar y recargar las pilas.

Un saludo, muac.

Aquí os dejo la segunda parte de la novela de Mervea. Espero que os guste.

 

 

Su cara lo decía todo, para él fue cómo un golpe bajo, una lágrima le recorrió su pálida cara, no se lo esperaba de mí, de su mejor amigo prácticamente desde la infancia.

Pero de repente sus ojos verdes pasaron de tristeza a llenarse de ira. Él se levantó de golpe, me llamó de todo menos bonito.

-No me lo puedo creer, ¿por qué no me lo dijiste antes? No hubiera perdido el tiempo con una aberración de la naturaleza cómo eres tú, pedazo de maricón. Cuando se suponía que yo jugaba contigo, para ti era cómo si te estuviese metiendo mano, ¿no?

Mis ojos se humedecieron, no me esperaba tal respuesta de alguien que yo consideraba cómo mi hermano, aquella persona que hacía un par de horas me estaba haciendo cosquillas y riéndose conmigo había pasado a ser una especie de bestia.

Él se fue a su casa, no quería saber nada más de mí, yo estaba destrozado completamente.

Aquella noche me acosté, no me puse música cómo siempre, puesto que todo me recordaba a él; cuándo cántabamos juntos y desafinando Caminando de Amaia Montero. Todos esos recuerdos me llenaban la cabeza, me pusé a llorar, no quería hacer nada más que eso, llorar.

Por la mañana me levanté aturdido y feliz, esos segundos en los que no te acuerdas de nada, pero esos segundos pasan, y los recuerdos vuelven otra vez, pensar que no volvería a ver sus ojos, su sonrisa, sus bromas, que aunque a veces eran repetitivas, siempre me hacían gracia.

Fui a la universidad, cómo siempre, llegaba tarde, pero Ana me guardaba el asiento.

Ana era una amiga que conocí en un bar, siempre se metían con ella por su físico, sólo porque estaba rellenita, así que el único que se juntaba con ella era yo.

Cuando llegué no estaba con su sonrisa y mi café, me senté al lado y pregunté que pasaba.

-Que conste que a mí me da igual y esto no va a dañar nuestra relación, pero, ¿es cierto que ayer le metiste mano a Pablo?

Le contesté que no, no tuve más remedio que contarle que era gay y lo que sucedió, total, que me tiré una hora. Al acabar de explicarle todo le pregunté que a qué venía esa pregunta.

-Pablo se lo ha estado diciendo a toda la clase, mucha gente no se lo creía, pero cómo siempre estais juntos pues…

Aquello fue un jarro de agua fría para mí, había calumniado contra mí, sin mediar palabra, me dirigí hacia él.

Estaba fuera del edificio, sólo. Al cruzar el edificio me encontré con gente mirándome y llamándome violador, burlándose…

Poco me importaban a mí esos insultos, puesto que en ese momento, sólo quería hablar con él.

-Pablo, ¿qué has hecho?- Le dije con la voz temblorosa.

Él bajó la cabeza y sólo se limitó a decir, te lo mereces, maricón de mierda.

 MERVEA

Hola a todxs!! Os dejo con una entrada que no he escrito yo, sino Mervea. Se titula Me gustas tú e iremos subiendo más partes. Serán entregas por capítulos. Esperamos que os guste.

 

 

 

Era un día normal, cómo todos, menos para mí…

 

Aquel día me levanté armado de valor, estaba decido a cambiar mi vida, no podía seguir así, oculto, sin poder ser yo mismo. Me sentía seguro de mi mismo, así que decidí salir del armario ese mismo día. Eran sobre las 10 y media y cogí el teléfono, cómo todos los días, para llamar al que yo consideraba mi mejor amigo, él nunca se había pronunciado sobre la homosexualidad, ni a favor ni en contra, así que lo llamé, me cogió el teléfono y le propuse quedar a las 6 de la tarde, en nuestro sitio, un pequeño parque construido a las afueras de la ciudad. Sabía que aquél lugar me daría cierta intimidad para dar un paso tan importante cómo el que iba a dar. Aquella misma tarde me preparé y fui al parque, no lo ví por ningún sitio, me preocupó bastante porque siempre estaba allí, al menos, 10 minutos antes. De repente sentí que alguien se me abalanzaba por detrás, era él, Pablo, me empezó a hacer cosquillas, el sabía que no podía soportarlas, así que prolongó su tortura durante más o menos, 1 minuto, hasta que me puse rojo.

Me dijo que se había entretenido un poco más porque fue a comprarme un dulce de chocolate, cualquiera que me conozco un poco sabe que soy muy goloso, al dármelo, notó que tenía las manos completamente heladas. Me tomé el dulce y nos fuimos andando a nuestro sitio favorito; un claro en un pinar pequeño, el cual quedaba lejos de la ciudad. Yendo al claro me notó raro, suelo ser una persona que está sonriendo siempre y, aquel día, con los nervios pues pasa lo que pasa…

Una vez llegamos nos sentamos en un tronco que habíamos talado nosotros mismo de un pino que se había caido en una tormenta. Le dije que tenía que decirle una cosa importante, y, se calló.

Estaba anocheciendo, se escuchaba el sonido de un búho, y el sonido de una arroyo, me volví a armar de valor y se lo dije. Se quedó mudo…

Y comienza la mañana, como cualquier otra… El humo de mi cigarro se entremezcla con el de mi café hirviendo. Esa mezcla de nicotina y cafeína es lo que va despertando mis sentidos, poco a poco, cómo a cámara lenta.

Y a cámara lenta voy despertando, primero mis sentidos y después mi cuerpo. Y recuerdo, recuerdo que ayer fue un gran día y que hoy también lo será.

Estamos en Semana Santa, ¿sois creyentes? Es una pregunta complicada igual. Yo os puedo decir que hasta hace bien poco creía en pocas cosas. Creía en las verdades universales, por eso, porque eran universales, demostradas, observables, donde no cabía la duda…

Hasta hace bien poco creía en la amistad. En la amistad cómo su definición etimológica dice, si la buscamos del latín, significaría amigo ( amicus) que vendría del verbo amar (amore) ; y si buscamos su significado en el griego, vendría de a (sin) y ego (yo)  “sin mi yo”. Yo no sé dónde proviene exactamente la palabra, pero ambas me sirven. Mis amigos, los pocos que tengo, son eso.

Pero la vida te enseña, cometes errores y aprendes y te enseña a ver a quien tienes de verdad a tu lado. Es verdad que con la vida que llevo, habiendo viajado tanto, habiendo vivido en tantas ciudades tan distantes unas de otras, es complicado llevar la relación de amistad que lleva la mayoría de la gente. Pero un amigo está siempre, porque aunque no le veas, le sientes, le llevas contigo, como si fuese un amigo “poquet”.

Hasta hace bien poco creía en la amistad. Creía que ese vínculo que habíamos creado a base de cariño, confianza, visitas esporádicas y amor incondicional me acompañaría siempre. Que siempre tendría palabras de gratitud y cariño con mis amigos, que siempre tendría alguna confesión que hacerles.

Siempre he creído mucho en la gente. Tantos en sus posibilidades como en el efecto que causaban en mí. Siempre he creído más en ellos que en mi misma, es cierto, aunque sea duro de escribir.

Hasta hace bien poco, creía escasamente en mí y en mis posibilidades. Y desde hace un tiempo estoy desbordada de buenas noticias, de ilusiones, de sueños, de aspiraciones, de proyectos que suenan más a risa que a reales… Desde hace un tiempo, creo en mí, y creo que si tu crees en algo, y luchas, y te ilusiones y lo intentas conseguir… Se podrá conseguir. Yo (y tu) tengo la llave para abrir otro mundo. Yo tengo la clave para seguir soñando.

Desde hace un tiempo he descubierto que abrir el blog ha sido lo mejor que podía hacer. Al principio pensé… “Qué tontería, ¿qué escribiré? ¿Quién me leerá?”… Y ahora, no pasa un día sin que una sola persona entre a ver el blog.

Me encanta levantarme cada día pensando en que escribir y ver como salen solas las palabras en cuanto me pongo delante de una hoja en blanco. Me encanta ver que vía twittrer me apoyan para que escriba una nueva entrada. Me emociona ver que estoy a punto de llegar a las 3000 visitas ( tres mil visitas) que se dice pronto. Todo esto, no me lo esperaba, os lo aseguro.

Gracias al Blog comencé también a emitir en la Radio Bollo del andamio de enfrente. Y entre una cosa y la otra, los seguidores, las estadísticas y los oyentes… han ido aumentando. No os podéis ni imaginar lo que se siente.

Me encanta ver como he conectado tan bien con tanta gente del twitter. Hablamos, nos reímos, contamos alguna cosa más personal… Hemos creado un buen grupo, que al final, es lo que importa. Todas creemos en lo mismo y luchamos por lo mismo, aunque sea de manera diferente y desde sitios muy dispares, pero es lo mismo. Por eso conectamos tan bien y nos entendemos a la perfección.

Así que, gracias a todos los que entráis en el blog, me leéis e incluso me comentáis, los que escucháis la radio… Gracias de todo corazón.

Deciros que estoy muy ilusionada con varios proyectos, que aún estoy a la espera de confirmación, pero una vez que sea seguro, lo comentaré.

No paran de llegar buenas noticias, y como siempre, gracias a todas y cada una de vosotras.

Un saludo, muac.

Hay veces que te despiertas con ganas de poder vaciar tu alma delante de un folio en blanco. De poder expresar todas las ideas e inquietudes que se te pasan por la cabeza, sé que muchas no tienen sentido, sé que muchas las pensamos muchas.

Hay veces que despierto sabiendo exactamente lo que tengo que hacer, por lo que tengo que luchar, cual es el motivo que me ha impulsado a ponerme el despertador más pronto de lo normal, por qué me he levantado, he sonreído a la imagen que me devolvía el espejo y he pensado “Hoy va a ser un gran día”.

Hay veces que despierto con ganas de besarte, de arrimarme a ti, de abrazarte tan fuerte que cualquier día me podría colar en uno de tus sueños.  Hay veces que despierto con ganas de susurrarte mientras duermes lo mucho que te quiero y que tu subconsciente me devuelva una sonrisa, a pesar de que sigues dormida, a pesar de que estás con Morfeo… Me sonríes.

Hay veces que despierto con hambre, con mucha hambre. No entendía cómo podía despertar tan hambrienta, ahora sí lo se. Cuando me despierto así, tengo claro que es porque llevo toda la noche despierta, en sueños, cuidando de ti, abrazándonos, hablando de mil historias mientras te muerdo el labio, mientras me acaricias la cara, mientras nuestros pies, se rozan, se hacen cosquillas…

Hay veces que despierto y aún no ha sonado el despertador. Y se, que lo que quiero es aprovechar bien las horas. Con 24 horas a mí no me da tiempo a hacer todas las cosas que debo hacer. Tengo tantos sueños por cumplir, tanta ilusión por alcanzarlos, que incluso me despierto antes, no hay tiempo que perder. Mis sueños, mis ilusiones están ahí, los veo, los siento… Hay que ir a por ellos.

Hay veces que despierto y tengo al gato recostado a mi lado, roneando, y me mira. Cuando ve que abro los ojos, se levanta, viene hacia a mí  y me huele la cara para después lamerme. Me gusta dormir con el gato, tenerlo cerca, oírle como ronea…

Hay veces que despierto y tengo la cama muy deshecha, las sábanas por un lado, el nórdico por otro… Y pienso ¿Qué ha pasado aquí? No todas las noches son buenas noches, supongo. Hay veces que despierto y se que he pasado una mala noche, que he soñado, que he tenido pesadillas. Es una cosa muy común, nos pasa a todos. El subconsciente es quien manda. Hay temas que lógicamente me preocupan o que me dan miedo. Hay recuerdos que es mejor no tenerlos y cuando estoy despierta, no les hago caso, yo y mi voluntad somos más fuertes, pero cuando duermes, estás a merced de lo que el subconsciente quiera pensar, imaginar o recordar. No importa lo fuerte que seas o el control que tengas sobre ti mismo y sobre tu mente, esta batalla la tienes perdida.

Hay veces que despierto y no se ni que día de la semana es… Supongo que eso no es tan grave, pero ¿Cuándo despiertas y no sabes ni que hora del día es? Eso es peor… Supongo que será por mis continuos cambios de horario. A veces tengo que dormir por la tarde, otras por la mañana y cuando tengo suerte y todo va bien, pues duermo por la noche.

Hay veces que despierto con una poesía en la cabeza o con un tema del que escribir. Hay veces que despierto con la inspiración pegada a mí, cual legaña. Esos días despierto, me preparo un café y ya tengo el bolígrafo en la mano, no hay tiempo que perder, las letras se evaporan, como el humo de mi cigarro.

Hay veces que despierto feliz, plena, tranquila. Esbozó una sonrisa mientras abro los ojos y te veo. Hay veces que despierto y el solo hecho de tenerte recostada sobre mí, abrazándome, es motivo suficiente como para levantarme, comerme el mundo y volar. Porque tú me das esas alas que necesito, tu eres mi sueño y mi vigilia, mi despertar, eres la pluma que al acariciar mi piel me hace cosquillas y me saca una sonrisa.  Tú eres mi cerveza bien fría en verano, en una terraza con vistas al mar Tú eres mi vértigo, la que cuando me mira me hace sentir que estoy en un rascacielos, mirando a la gente desde arriba viendo que parecen diminutos, parecen hormigas y eso es porque tú me haces sentirme grande, a tu lado me siento grande. Tú eres mi estufa en invierno, la que mantiene caliente mi cuerpo y mi alma. Tú eres mi musa, la que entra de noche por el balcón, descalza, con un camisón blanco y me susurra al oído, tú eres el motivo de estas letras, tú estás en cada uno de los versos, de las historias, de las frases que salen de esta mano que jamás se cansa de rozarte. Tú eres mi manivela, la que me da cuerda. Nunca te cansas de hacer girar la manivela y yo cada vez me siento con más fuerza, con más vitalidad, tú haces que tenga cuerda para rato. Tú eres la mejor película que he visto, eres mi principio y mi final feliz, eres mi escena romántica, mi escena subida de tono, mi reconciliación… Eres el mejor guion que he tenido en mi vida y yo soy la protagonista.

Hay veces que despierto… Y me da por escribir algo como esto.

Me gustas tú y todo lo que envuelve tu personalidad, tu vida, tus recuerdos… Me gusta el café, caliente, con poco azúcar… Me gusta el mar, con grandes olas, con su olor a sal… Me gusta escribir, sobre papel, sentir como mi puño crea todas esas palabras, como plasma todo lo que se me mueve dentro, todo lo que recuerdo o que me invento… Me gusta la luna, con su luz, con su majestuosidad, cómo es la reina de todas las noches, cómo con solo mirarla me transmite mil sensaciones… Me gusta la montaña, cómo cuando llego allí arriba me siento libre, siento lo que es la libertad, siento la belleza de todo lo que me rodea como si me lo suministrasen con cuenta gotas… Me gusta la cerveza, la cerveza bien fría, en una terraza, en verano, contemplando tu cara, hablando… Me gusta la gente, conocerla, hablar, que me cuenten lo que quieran, escucharles, sabes cuáles son sus recuerdos, sus sueños, sus anhelos, en fin, conocerles… Me gusta pasear sin rumbo, sin destino, solo sentir que mis piernas se mueven y pasear, contigo del brazo, de la mano… Fijarnos en el resto de la gente, cómo muchos tienen prisa, otros están distraídos, otros hablan por teléfono… La vida continua y continua mientras nosotras caminamos por la ciudad… Me gusta la música, sentirla, entender la letra, entender porque el compositor escribió esas letras… Me gusta cocinar sobre todo si hay gente en casa, me relaja, me sienta bien… Me gusta leer, por la noche en mi cama, mientras te observo dormir, tranquila, serena y mientras yo me empapo de cualquier historia, eso es tranquilidad, eso es felicidad… Me gusta viajar, no simplemente coger el coche y desaparecer, que también, sino desde el momento que decidimos el destino, hasta que salimos. Preparar el viaje, la ruta, buscar puntos de interés, buscar restaurantes… Para mí el viaje comienza en el momento que elegimos el destino, desde ese momento, estoy disfrutando ya… Me gusta conducir, ya sea el coche o la moto. Desde que tengo la moto, me encanta sentir el viento en mi cara, me encanta conducir a primera hora de la mañana por el centro de Barcelona y disfrutar de sus calles vacías, solo para mí. Me gusta hablar con mis hermanos, pasar tiempo con ellos, reírme, salir a comer, estar en el sofá, poner una película y compartir una pizza, me gusta estar con ellos, sentirles cerca… Me gusta la vida que he ido formando, me gusta estudiar, aunque me cueste por tema de tiempo, me gusta nuestra casa, cómo hemos ido adornándola, haciéndola nuestra, me gusta nuestro gato, lo cariñoso que es, lo bien que se porta y la compañía que hace, me gusta nuestro sofá, tan grande, tan cómodo… Me gusta sentir en mis pies la arena húmeda de la orilla del mar, sentir la brisa mientras las olas llegan a mis pies y me hacen cosquillas, me gusta adentrarme dentro y volver la vista atrás para ver como me miras mientras y me saludas… Me gusta el cine, en casa, en nuestro sofá mientras te abrazo. Me gusta que me sorprendas, porque tus sorpresas son las mejores, no son regalos sin más, son sorpresas que igual no abrigan mi cuerpo o no lo adornan…pero abrigan el corazón, cosas importantes, cosas que no son tangibles pero que llegan más allá. Me gusta dormir, aunque duermo muy poco, pero la sensación de estar en la cama, con el edredón hasta arriba, sabiendo que ese día el despertador no sonará… Me gusta Italia, sus gentes, sus ciudades, su historia, su gastronomía… Me gusta compartir contigo un plato de pasta y una buena pizza en las inmediaciones de la Plaza del Popolo, por ejemplo… Me gustan los grandes espacios, los espacios abiertos, las grandes terrazas, los parques… me gusta poder sentir el aire, me gusta poder observar más allá… Me gusta el deporte y lo bien que me hace sentir, me gusta quemar de esa manera tanto las calorías como el estrés…. Me gusta cuando hacemos un viaje a mi casa y entramos en mi provincia, tocar el claxon dos veces… es la manera de decir “estoy en casa”… Me gusta recibir cartas, bueno ahora ya mails, de gente que me importa, que me cuenten cosas, que me recuerden cosas… Me gusta despertarme tranquila, sin un sonido en el despertador demasiado estridente, sin que nadie me grite o me despierte zarandeándome, porque me levanto nerviosa… Me gusta disfrutar de la noche de San Juan en un sitio como Barcelona, con mar. Oír los petardos, ver las hogueras, pasear por la playa… Me gustan los niños, los adoro. Comparto con ellos toda mi imaginación y jugamos a un sinfín de cosas, nos reímos, me los como a besos, ellos a mí… Me encantan los niños… Me gusta la sinceridad, aunque duela, más duele una mentira; Las cosas bien dichas, pero sinceras, no deberían de sentar mal. Me gusta cuando salgo de hacer un examen y mi padre me llama por teléfono. Me llama muy poco con esto de las nuevas tecnologías, pero si es mi cumpleaños o he tenido un examen, me llama siempre… Me encanta que mi bisabuela, que aún vive, me cante canciones. Yo la llamo por teléfono y siempre cantamos, parecemos tontas, pero si vierais tanto mi sonrisa, como la de ella, veríais que no, que es felicidad, añoranza, cariño… Me gusta ver fotos de épocas pasadas y recordar la historia de esa fotografía. Cuando vuelvo a casa por vacaciones, siempre saco las fotos, me siento con mi hermana y con mi chica, y le contamos las historias… Me gusta pensar que lo bueno siempre está por venir, que mañana siempre será mejor que hoy, que lo que hoy me hace daño, mañana ni lo recordaré. Me gustan las comidas fuertes, con sabor, típicas de mi tierra. Me gusta hacer cualquier tontería con tal de sacar una sonrisa.Me gusta ir de vacaciones a mi casa, ver que todo ha cambiado muchísimo, que todo ha evolucionado, pero que mi bisabuela sigue siendo la mejor jugando al parchís. ¿Cuántas partidas echamos cuando estoy? Siempre estamos jugando… Me gusta jugar al parchís, con ella.

Me gusta que estés al otro lado, leyendo lo que acabo de escribir. Conociendo lo que me gusta, conociéndome un poco más, mis gustos, mis manías, mi vida… Me gusta que haya alguien al otro lado, me gusta sentirme “leída”. Me gusta… que os guste.

Mil gracias, como siempre, por estar ahí.

Un saludo, muac.

Te pienso

Cómo se piensan las pequeñas cosas

Cómo se piensan

A solas los claros de luna.

Te pienso

Con tus curvas de mujer.

Con tu tenue redondez.

Con el color aceituna de tu tez.

 

Te anhelo.

Cómo a las grandes ilusiones.

Cómo un actor sin funciones.

Te anhelo porque te anhelo,

Porque sin tí, sólo siento miedo.

 

Te siento.

Cómo se siente una caricia.

Cómo cuándo te acaricia la brisa.

Cómo cuándo miras el reloj,

Y te entra la prisa.

Te siento.

Porque estás en mi presente.

En mi piel y en mi mente.

En mis recuerdos, en mis ensoñaciones.

En mi mundo latente.

 

Te oigo.

Incluso cuando el silencio

Invade el espacio.

Te oigo.

En susurros, sobre mi oreja.

Con la voz entrecortada.

Mientras me besas el alma.

Te oigo.

Con la voz suave, terciopelo.

Con la voz dulce, caramelo.

Con la voz cálida, tiempo bueno.

Con tu voz, que los murmullos calla.

 

Te beso.

Cómo se besa por primera vez.

Sin miedo, pero con timidez.

Con ansia, con necesidad.

Con ganas de esta sed saciar.

Te beso, no lo olvides, como hay que besar.

Me gusta tu cuerpo de mujer.

Mis dedos entre tu pelo, entremeter.

Morderte el labio y lamértelo a la vez.

Y entre mis brazos, sentirte estremecer.

 

Me gustas tú y tus mil caras.

Me gustas tú y tus miradas robadas.

Me gustas tú y sobre mí, tus ansias.

Me gustas tú y tu risa a carcajadas.

 

Me gustas recién levantada.

Me gustas, hasta despeinada.

Me gusta que me des la espalda.

Y dormirme, a ella, abrazada.

 

Me gusta desnudarte en la oscuridad.

Sentir tu cuerpo de deseo palpitar.

Deseando que me comiences a cabalgar.

Y una sobre la otra, cometer cualquier temeridad.

Pues después de la famosa frase de “No me gusta el pescado”  todo fue bien. Ella no me defraudó, porque supongo que nos habrá pasado a todas, que conoces a alguien que parece que es de una manera pero después te das cuenta de que no, que las apariencias engañan y nunca sabes hasta qué punto conoces a alguien.

Pues ella era tal cual se mostraba y tal cual yo la imaginaba. Su sentido del humor fue soltándose poco a poco y cada vez nos reíamos más juntas. Su confianza conmigo igual, hablábamos de más temas, de temas más personales, del día a día, de sueños…

Y bueno, supongo que ahora viene la primera vez que nos acostamos, pero como comprenderéis es algo que no voy a contar aquí. Os puedo decir, que antes de estar con ella me había acostado con más chicas y casi ipso facto sabes lo que esperas de la otra persona. Me explico. Que conoces a una chica y te gusta físicamente, porque no te ha dado tiempo a más, sabes lo que esperas de ella y lógicamente, ella de ti. No hay más que rascar.

Sin embargo, con ella fue especial. No puedo decir que la quisiera ni mucho menos, pero había algo. No fue sexo por sexo, hubo algo más.

Había ganas de sentir, de estar y cuando digo estar me refiero al significado completo. Quería sentir sus besos, sus caricias, sus abrazos, su aliento… Casi me importaba más ese intercambio de intimidad que lo que es el sexo en sí mismo. Quería conectar con ella como lo había hecho hasta ese momento. Porque con el sexo se disfruta, sí, pero creo que se disfruta más cuando hay esas ganas de conocer a la otra persona, de impregnarte de ella, de saborearla.

Para todo hay una primera vez y para estar con una persona, también. Ninguna primera vez es igual. Puedes hacer, decir, experimentar cosas parecidas, pero cada una tiene un encanto que lo hace único. Lo bueno de experimentar de nuevo una primera vez, es que parece que las otras que has sentido, quedan en un segundo plano. No las borras, ni las olvidas, pero están en el fondo, tras el telón. Las primeras veces, hablemos de lo que hablemos, me encantan. Es sentir la inquietud de la novedad. Los nervios, las risas tontas, las caricias igual un poco torpes, que se , tirán perfeccionando con el tiempo. Me encantó la primera vez con ella. Me encanto verla que dormía con mi pijama, porque ella quería oler a mí, olerme mientras dormía. Me encantó poder abrazarla durante varias horas seguidas por primera vez. Y al despertar, aun un poco tímida o cortada por vernos así, recién levantadas y volver a besarla… Eso no tiene precio ni tiene nombre.

Esa mañana, le preparé el desayuno y me acompañó al trabajo. Tuvimos que ir en taxi porque llegaba tarde. Y después, cuando ya había amanecido, ella se cogió el tren y volvió a su casa.

Esa fue nuestra primera noche, nuestra primera mañana, nuestro primer desayuno, nuestro primer taxi compartido, nuestra primera vez en el lavabo para lavarnos la cara y los dientes… Fue la primera vez de tantas otras. La primera vez que empecé a anhelarla, a desear que llegara la hora de salir del trabajo para ir a verla, la primera vez que escuchando cualquier canción, asiento y pienso, “tiene razón, eso es lo que pasa”. La primera vez que preparé tostadas para dos y que la otra persona lo valore y lo agradezca. La primera vez de tantas otras, en un solo día, en una sola noche, en un ridículo cúmulo de horas…

A partir de aquí comencé mi nueva vida, mis nuevos pensamientos, mis nuevos sueños e ilusiones. Comenzó a aflorar la nueva yo. Todo tiene su explicación. Hasta que ella llegó, nada iba bien. Las cosas iban pasando y yo solo intentaba hacerles frente, pero no lo conseguía y las cosas se me amontonaban, y al final, decidía pasar, sin más, almacenar esos “problemas” en algún lugar oscuro de mi memoria, intentar no recordarlo, intentar no pensar más.

De mi época de antes de estar con ella me acuerdo, por supuesto que sí… Pero he olvidado tantas cosas, que si no me las recuerdan, me enseñan fotos, me ponen una canción, un vídeo, un sonido o un olor.. No sería capaz de explicarlos.

Sin embargo, desde que comencé con ella, parece que la memoria se ha convertido en mi nuevo don. Recuerdo conversaciones, mensajes, emails, primeras veces, menús, viajes, fechas, canciones… En fin, recuerdo muchas veces.

Hasta este punto de mi vida, no había tenido la suerte de encontrar a alguien que me valorase de verdad. Que interpretara mis sueños, que me diera una palmadita en la espalda y que me dijera, “Adelante”. Que me tendiera la mano cuando estaba en el suelo… Que me sonriera cuando más lo necesitaba.

Me explico. Siempre me gustó el deporte, mucho. Cuando tenía once años, engañé a mi padre para ir a hacer unas pruebas para un equipo de futbol, lógicamente, mi padre pensó que era femenino, y aun así, no le parecía bien. Cuando llegamos y vio a todos los niños de mi edad preparándose, creo que casi le da un infarto. Al final, aceptó. Hice las pruebas y ya ves la sorpresa que las pasé. Comencé a jugar en uno de  los mejores equipos de mi ciudad. Contra todo pronóstico el entrenador me sacaba de titular, jugaba bien, disfrutaba, los compañeros me querían (y yo a ellos) y para más inri, quedé pichichi de esa temporada y salí en el periódico local. ¿Cuál fue la respuesta de mi padre? Sacarme del equipo, sin explicación.

Siempre dije que algún día retomaría los estudios y que estudiaría psicología. Bien. ¿Para qué? Si total, vale mucho dinero y no creo que lo saques…

O cuando me pasaba horas escribiendo y se lo enseñaba a mis padres y… lo volvían a dejar encima de la mesa sin leerlo… Esas cosas.

Sin embargo, desde que empecé con ella… Me escuchaba. Eso es un privilegio que la gente no lo valora. Le dije que quería estudiar, pero que me daba miedo, que trabajar y estudiar iba a ser mucho para mí. Ese mismo año, me acompañó a la universidad y me matriculé en el grado de psicología. Voy poco a poco, me cuesta sacar tiempo para todo.

Me ve escribir, leer, soñar con todas estas cosas. Me ayudó a abrirme el blog. Me lee todo lo que escribo, me apoya y valora.

Le dije que me habían propuesto hacer lo de la radiobollo …. Y claro, que me daba vergüenza, miedo, ¿yo de locutora? Miradme, ahí estoy. Es ella la que me empuja a que haga estas cosas, a que supere mis miedos, a que procure valorarme yo misma. Me ve capaz de cualquier cosa que se me pase por la cabeza y últimamente, son muchas. Eso es lo que yo he encontrado en ella, por eso prefiero cualquier recuerdo con ella, que cualquiera de los que tenía antes.

Un saludo, muac.

Así que terminamos de cenar, de hablar, de conocernos cada vez más y sin darnos cuenta de irnos “pillando” con cada palabra que la otra decía.

Tenía el coche aparcado muy cerca de donde cenamos, así que nos montamos y puse rumbo a su casa, como una reina. Voy a por ella a casa, la llevo de paseo, de cena y la devuelvo a su casa antes de las 12 de la noche.

De camino seguimos hablando y ahora sí que me atrevía a girar la cabeza y mirarla mientras ella hablaba. Ya no había esa vergüenza o esa timidez del principio, y eso que solo habían pasado ….horas.

Llegamos a su casa y aparqué en frente de su portal, en un vado. Nos pusimos cómodas, nos quitamos el cinturón de seguridad, la música sonando bajito, creando ambiente. Ambas nos giramos, apoyando la espalda en la puerta del coche y mirándonos de frente. Os puedo decir que llegué antes de la medianoche y sin embargo a mi casa llegué a las 4 de la mañana… Os podréis preguntar, que es lo normal, que qué hicimos durante tanto tiempo. Yo os lo respondo, hablar. Y claro, os preguntaréis que como se puede hablar tantas horas, que de qué demonios hablábamos… Hablamos de todo. De recuerdos de infancia, de relaciones pasadas, de la familia, de historias para no dormir sobre la juventud, sobre nuestros sueños, nuestros miedos, nuestras manías… No había miedo en contar algo personal, no había vergüenza. Si os digo la verdad, yo me fui con ganas de darle un beso y yo se que ella también. Solo con mirarnos se que es cierto. Pero había algo que me hizo tener paciencia o prudencia, no se. La chica me gustaba, me sentía con ella tan cómoda como en mi casa. Estar con ella era eso, estar en casa, así me sentía. ¿Qué prisa había entonces? Yo solo quería volverla a ver y se que ella sí quería volverme a ver, así que preferí esperar, disfrurtar de ese momento, de sus ojos, de su boca y su sonrisa y de cómo veía yo sus facciones con la poca claridad que entraba por las ventanas.

Volví a casa a las 4 de la mañana, todo el camino sonriendo, imaginando… Solo había un problema. Las dos trabajábamos por la mañana, así que a las 5 tenía que estar en pie para prepararme. Decidí no acostarme. Me quedé merodeando por la casa, sonriendo… Y después ya me duché, me preparé y me fui al metro.

Ella se levantaba sobre las 6, así que a esa hora, ya tenía un SMS mio dándole los buenos días y recordándole lo bien que lo había pasado. Así pasamos media mañana… Envíos masivos de sms..

Esa noche, había quedado con unas amistades para cenar y salir de fiesta. No podía verla y por primera vez en mucho tiempo, no quería salir, prefería quedarme en casa viendo una peli con ella, o salir a cenar, o a dar un paseo… Lo que sea, mientras ella fuera mi acompañante.

Nos juntamos tres amigas en mi casa, pedimos algo de comida e hicimos botellón. Nos lo pasamos bien, muchas risas, muchos chistes y algún que otro “chisme” de gente conocida. Sin embargo, yo me pasé toda la noche con el móvil en la mano ( que rabia me da eso, la verdad) y hablando con ella.

¿Cuándo podía volver a verla? Pensaba mientras estaba en el Arena ( un pub de ambiente). Sí, bailé, me lo pasé bien e incluso ligué, sí sí, pero a mi no me importaba nada más. No tenía ganas de nada de eso. No me llenaba.

Al día siguiente volvimos a vernos, no podía pasar más tiempo sin verla de nuevo. Así que le dije que viniera a mi casa, había quedado con un amigo y una amiga para ver unas pelis en casa y la invité. No era el mejor plan, porque la verdad que prefería estar con ella a solas, pero era enero, hacía frío y en el sofá, con la manta, tampoco se estaba tan  mal.

Bajé a buscarla a la parada del metro. Allí apareció ella, con esa mirada que todo lo cambiaba. Tiene una mirada, en serio, que cuando te mira a ti, te sientes especial. La típica mirada que te da confianza, que te hace estar agusto, que te hace ser tu misma y estar tranquila.

Me arreó dos besos cuando nos vimos… que ni os lo imagináis, con fuerza, agarrándome bien la cintura, apretando sus labios a mi mejilla…

Llegamos a casa, le presenté a mis amigos. Ella tiene ese don, que cae bien, que enseguida se siente cómoda, que encaja en los sitios.

Nos pusimos ella y yo en uno de los sofás y los amigos en el sofá de enfrente. Tocaba “El diario de Noa” … Sí, sí, esa película tocaba. Así que nos pusimos a verla. Las dos sentadas, muy juntas, pero sin ni siquiera rozarnos. Había que hacer algo. No se puede estar en el sofá viendo una película con una chica que te gusta y ni si quiera tocarla, no se puede. Así que me levanté, cogí una manta y nos tapé. Los amigos estaban más pendientes de nosotras que de Noa… Y eso me ponía nerviosa. Así que nos tapamos. Ella me decía que estaba bien, que no tenía fría, y yo le insistía con una sonrisa un tanto maliciosa que se tapara, que confiara en mi. Así que ahí estábamos las dos, en el sofá, tapadas. Y entonces le cogí la mano, todo por debajo de la manta, claro. Y ella me la apretó. Empezó a recostarse poco a poco sobre mí, poniéndose cómoda. Yo le pasé el brazo por encima de los hombros y la atraje hacia a mí. Todo muy despacio. Ella me abrazó el cuerpo, la cintura, mientras yo le besaba la cabeza y la abrazaba. Y en uno de los momentos que levantó la cabeza para mirarme, le di el beso. Me lancé, así sin más. Hay cosas que dan un poco de miedo o de reparo, pero yo sabía que ella quería y yo quería. No hay nada más fácil de hacer que hacer algo sabiendo con certeza que saldrá bien. No hay nada que temer.

Mis amigos comenzaron a aplaudir mientras nosotras seguíamos saboreándonos. Nos cortaron todo el rollo. Aunque las dos estallamos en risas. Y así pasamos la tarde, abrazadas, rozándonos, besándonos, abrazándonos… Vamos, todo muy empalagoso. Aunque muy bonito, al menos para mí. Aun a día de hoy, muchas veces nos ponemos a hablar de ese día, a recordar, y se nos escama una risa tonta. Fue muy bonito y casi imposible describir con palabras todo lo que pasó en mi sofá.

Y así fue como nos besamos por primera vez. He de decir que estaba deseando besar y morder esos labios tan carnosos, tan sonrojados. He de confesar que me encantó el primer beso, y el segundo , y el tercero… Besaba ( y besa, of course) genial. Además era de las mías, muy cariñosa. Y eso me encantaba.

Decidí prepararle la cena. Me encanta cocinar y no se me da del todo mal. Abrí la nevera mientras pensaba que le preparaba. Era un día especial y quería que se fuera con un buen sabor de boca, con una buena sensación.

Me decanté por salmón. Preparé salmón con unas patatas, algo fácil, rápido y que sabe genial. Le preparé la mesa y le serví la cena. Cuando vi su cara, se me vino todo el mundo abajo. ¿Qué pasa? Le pregunté.. Y ella me dijo con más cara de vergüenza que otra cosa… “No como pescado, no me gusta”… Lo estoy recordando mientras lo escribo y se me escapa la sonrisa tonta.

Volví a la cocina a preparar algo rápido de carne. Lo que ella quisiera. Con todo lo que habíamos hablado y sin embargo no sabía que no le gustaba el pescado. Fallo.

Y así fue como comenzó la relación. Tras este día ya fue todo en serio. Nunca hablamos de lo que teníamos o dejábamos de tener, simplemente nos fuimos dejando llevar. Yo ya la consideraba mi pareja, hay veces que no hace falta aclarar nada, ¿Qué iba a aclarar? Estaba clarísimo ya.

Mil gracias de todo corazón por dejaros caer por mi blog, por leerme, por comentar, por apoyarme.

Un saludo, muac.