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Como muchas de vosotras sabéis, no estamos pasando por el mejor momento. Mi suegro, al que adoro, está hospitalizado en la UCI y su pronóstico no es bueno, no saldrá de esta.
Tras una aventura que dura ya algo más de mes y medio, se encuentra en coma y con escasas posibilidades de salir de ahí. Además, por si eso no fuera suficiente, tiene muy dañado el tronco cerebral, que es la parte del cerebro que se encarga de las funciones más básicas y vitales del ser humano, por lo que, en el supuesto de que saliera del coma, se encontraría con las lesiones cerebrales. Estaría en estado vegetal.
Pero no siempre ha estado así, no. Esto ocurrió la semana pasada, el pasado domingo, cuando le operaron de urgencia, siendo este el resultado.
Antes del domingo, se había enfrentado a una operación muy difícil, una aneurisma gigante y había salido victorioso.
La operación había salido bien, aunque despertó sin apenas mover el lado izquierdo de su cuerpo y sin apenas poder pronunciar una palabra, pero evolucionaba muy bien. El domingo, antes de esa operación, hablaba perfectamente, se movía igual de bien, tanto la parte derecha como la izquierda, evolucionaba tan bien, que ya nos veíamos con él en casa…

Otro día os contaré más cosas sobre lo que pasó, para que podáis entender la rabia y la frustración que nos envuelve y apenas nos deja respirar, pero hoy no. Hoy quiero contaros una bonita historia. Una historia de amor.

 

Hoy vengo a contaros una pequeña y preciosa historia de amor. Es solo un pequeño párrafo dentro de una gran historia, pero es de esos que te encoge el corazón y consigue secarte la boca.

Pocas parejas conozco tan enamoradas y tan bien avenidas como mis suegros. Siempre están juntos y siempre quieren estarlo. Planean, salen, entran, comparten sus cosas y se ríen, se ríen muchísimo.
Son la pareja que te encuentras por la calle siempre de la mano, siempre juntas. La típica pareja que solo tiene piropos entre ellos.
Así eran mis suegros cuando estaban juntos, simplemente felices.

 

 

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Mi suegro ha estado ingresado algo más de mes y medio, y son muchísimos los días en los que mi chica y yo, hemos estado allí con él. Forzando la máquina para que hablara, para que se moviera, para que pensara…
Allí siempre estaba la incansable y preocupada suegra, a su lado, de pie junto a la cama, ofreciéndole la mano mientras le decía algún piropo o simplemente le recordaba lo mucho que le quería.
Esta era la escena principal que nos encontrábamos cada vez que empujábamos la puerta verde de la habitación. Son pura ternura.
Uno de los días, empujamos esa puerta y nos encontramos a mi suegro llorando. Lloraba como un niño, con ganas. Se le veía alterado y preocupado, mientras se llevaba las manos a la cara para que no viéramos como las lágrimas caían mejilla abajo, sin remedio y sin freno.
Nos asustamos. Mi chica corrió hacia su padre y se puso junto a él, en el sitio que solía ocupar mi suegra. “¿Qué pasa, papá? ¿Estás bien? ¿Qué ha pasado? ¿Qué te han dicho?”… Mi chica soltaba las preguntas, aún sabiendo que las respuestas no llegarían.
Yo me coloqué a sus pies, tocándole las piernas y aguardando a que las lágrimas le dejaran hablar y explicarse…

El hombre, cogió aire, como si fuese el hombre más valiente y se incorporó un poco en la cama. Le pidió a su mujer, que aguardaba a un lado de la habitación, que saliera y esperara un momento fuera. La confusión era total. Nos miramos entre nosotras, les miramos a ellos, pero no podíamos desencriptar qué pasaba allí.
Mi suegra, abandonó la habitación y mi chica y yo, nos acercamos a él.

Me tenéis que hacer un favor. Nos espetó mientras seguía llorando y con los puños cerrados, como intentando controlarse.
Claro, papá. Lo que necesites. ¿Qué pasa? Preguntó mi chica preocupada. El hombre, con los ojos enrojecidos y la mirada triste, no parecía el mismo de siempre.
La tristeza se había enganchado en su mirada y se le veía más meditabundo.

El lunes es día 10 de octubre, tu madre y yo hacemos 41 años de casados. Es nuestro aniversario, cariño. El día 10…. Soltó de repente, mientras desviaba la mirada hacia la ventana y se perdía por una luz casi blanca que por allí entraba.

¿Qué clase de marido sería si no le tuviera preparado un detalle? En 41 años siempre ha habido detalles, regalos, viajes… ¿Y este año… ? Balbuceó emocionado. Este año, sois vosotras las que me tenéis que hacer el favor de traerme el regalo aquí, al hospital.

Nos miramos, las dos. No sabría decir si nuestra mirada tenía más de ternura o de alivio. El hombre sufría porque su aniversario, después de 41 años, no iba a poder ser la fiesta que de costumbre. Sufría por si su mujer, mi querida suegra, no sentía ese amor y ese cariño que él la profesaba. Todos sabíamos que los dos sabían lo que significan el uno para el otro, y supongo que en el fondo ellos también.

 

 

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Lo tengo pensado, cariño. Que sea algo sencillo, porque tampoco se pueden hacer milagros. Comenzó a decir, como cogiendo la ilusión a puñados y la esperanza se extendiera por toda la habitación. Tu madre necesita un albornoz, ¿vale? Que sea blanco, por favor. Así que le compráis un albornoz blanco ¿vale? y por supuesto, me tenéis que traer una postal grande. No, grande no, gigante, de esas que ponen que te quiero mucho con letras gigantes y en colores vivos. Pero que también tenga una parte dónde pueda escribir yo y firmar la postal.
Me lo tenéis que traer como muy tarde el domingo, y yo lo esconderé aquí, debajo de la cama. El lunes, lo tendré preparado en la mesa, para que cuando tu madre venga a primera hora de la mañana lo verá, y seguro que le hace mucha ilusión.

Esta era la preocupación de un hombre recién operado de una aneurisma gigante.

El lunes, el día del aniversario, los médicos nos reunieron y nos explicaron que no había ninguna posibilidad de que sobreviviera. Su cerebro estaba seriamente dañado y, por más que lo habían intentando, no se podía hacer nada.
Estaba en coma encefálico, nos dijeron, y las posibilidades de que de allí regresara, eran mínimas.

Era 10 de octubre, cuando nos dijeron que no había nada más que pudiéramos hacer. Era 10 de octubre, el día que hacían 41 años de casados.

Mañana de Reyes…
Noto sus labios despertándome, dándome los buenos días. No tardo en sumarme al baile de besos y caricias que queman la piel.
-¿Que te parece el regalo de Reyes?
Me pregunta mi chica mientras introduce su mano por debajo de mi camiseta…
-Es el mejor regalo… -Digo robándole un beso- siempre pido lo mismo, como me conocen…
Otro año más, los Reyes volvieron a acertar. Me desperté junto a ella, queriéndola más que el primer día.
Me desperté junto a ella, siendo aún más feliz que el año pasado.
Me desperté junto a ella, sintiéndome querida, amada, deseada y encantada…
¿Qué más puedo pedir?

¿Sabéis? Ha sido un fin de semana de lo más intenso. Han sido dos días llenos de sorpresas y de emociones. Han sido dos días increíbles…
Este sábado pasado ha sido mi cumple. Pero no contenta con eso, también ha sido el cumple dd mi chica. Sí, como os lo cuento.
Este sábado cumplía años la mejor persona que conozco.
Decidimos juntar a los amigos y organizar una cena. Nos encanta rodearnos de la gente a la que queremos.
Mi chica, incansable por verme feliz, movió cielo y tierra por traer a mis hermanos y poder celebrarlo con ellos. Pero por trabajo y por la vida en general, no pudieron venir.
Pero ella no se rinde y quería que ese día fuera especial y me sintiera especial…
El sábado por la mañana, llamaron a la puerta de casa. Me levanté aún dormida y sin saber ni que hora era… Al abrir la puerta me encontré con una de mis mejores amigas de toda la vida.
Me quedé sin palabras.
Mi chica lo había hecho posible. Había traído a alguien muy especial para mi. Quería que me sintiera feliz. Pero no se da cuenta que desde hace 6 años lo soy y cada día más.
Así que, gracias a ti mi vida por hacerme sentir especial y regalarme el mejor cumpleaños que podía tener.
Y a vosotros, amigos, gracias por compartir este día tan especial para nosotras. Sois únicos.

¡Tengo una cita!

Le he pedido una cita a mi chica y ¿sabéis qué?… Me ha dicho que sí…

Hay cosas que van muriendo con el día a día. Nos habituamos a tener a la otra persona y ya no pensamos en cómo sacarle una sonrisa de las de verdad. Sabemos que la tenemos cerca, que nos quiere y que nos respeta y ya… Dejamos de luchar.

Yo me niego a ser así. Yo lucho cada día por mi relación, por mi chica, porque cada día haya algo que celebrar, algo por lo que luchar y una meta a la que llegar. Le doy importancia a cada cosa que hacemos juntas y también se la doy a las que tenemos que hacer separadas. Me gusta estar con ella y compartir absolutamente todo con ella, entonces ¿Por qué no voy a luchar día a día porque ella lo sepa…?

Lo cierto es que entre el trabajo, los estudios, el gimnasio, la rehabilitación y demás, tenemos muy poco tiempo libre para descansar. Tenemos la suerte de que la mayoría de las cosas las hacemos juntas o nos acompañamos, pero no descansamos, no estamos de relax, disfrutando la una de la otra sin más preocupaciones… Necesitábamos un día para nosotras solas, un día especial en el que poder relajarnos, hablar, pasear, besarnos… Necesitábamos una cita para cargar las pilas.

El otro día le preparé una sorpresa. Dispuse sobre el sofá una serie de papeles con preguntas, en las que las respuestas eran “Sí” o “No”, llevando cada respuesta a otra pregunta, según fuese afirmativa o negativa. Todas las respuestas negativas llevaban a un papel en blanco… Sabía que me iba a decir que sí a todo… Estaba convencida.

Entró en casa del trabajo, con cara de cansada y se le iluminaron los ojos cuando vio el sofá lleno de papelitos, sabía que era para ella… Dejó las bolsas y me besó, mientras me preguntaba que qué era todo aquello… ¡Empieza! Le dije yo…

La primera pregunta era directa, sin preámbulos… ¿Quieres una cita conmigo? Y la respuesta afirmativa le llevó a otra pregunta…

“La cita tenía que empezar muy temprano”, le expliqué, a lo que ella asintió. “Entonces, lo mejor será que comencemos con un buen desayuno… ¿Quieres?”

Estaba de suerte, volvía a responder sí… Le expliqué que tenía muchas ganas de poder relajarme con ella, de poder hablar sin prisa, sin mirar el reloj. Necesitábamos desconectar… Le pregunté que si le apetecía desconectar conmigo, y ante su respuesta afirmativa le entregué un papel… “¿Qué es?” Me preguntó exaltada… Era una sesión de spa y de masaje en el mejor sitio de Barcelona, un sitio único y que nos encanta. ¡Viva aire de Barcelona!

Me besó y yo la insté a que siguiera mirando…Quedaban aún muchos papeles…

“Vamos a salir nuevas de esta sesión, ¿no crees? Ahora solo queda fundirnos con el cielo…” Y le entregué nuevamente un papel. Eran dos entradas para subir a las terrazas de la Iglesia de Santa María del Mar, de aquí de Barcelona. Nos gusta mucho la historia y perdernos por las ciudades y sin duda, esta iglesia y este barrio es uno de nuestros preferidos. Subir a sus terrazas y poder contemplar esas maravillosas vistas… ¡Será increíble!

Fue directa al siguiente  papelito tras darme un largo beso. “¡Vaya día! ¿Tienes hambre?” Lo siguiente es llevarle a un italiano que está en la zona de las Ramblas que es muy romántico… Podremos brindar con un poco de vino mientras continuamos hablando y deleitándonos la una de la otra.

Y para rematar la faena, a media tarde… ¡Entradas para el teatro! Sí, sí. Bueno, en verdad es un musical. Nos encanta salir de casa, ir al cine, al teatro, a pasear sin rumbo… Nos encanta estar activas y si encima podemos estarlo a la vez que no tenemos prisa, es increíble.

 

Sin duda las relaciones hay que cuidarlas y no relajarse. Cada detalle cuenta, lleves un año o veinte. Y la persona que lo recibe siente infinidad de cosas al recibirlo. Siempre es bonito ver lo que una persona ha preparado para ti… Siempre es bonito sorprender a alguien y hacerle feliz.

Yo no me cansó de verla sonreír, no me canso de hacerla feliz, no me canso de prepararle juegos y detalles, que igual pueden parecer tonterías… No lo son, porque si vieran los ojos de ella cuando va descubriendo los regalos… Eso no tiene precio y eso es imposible de olvidar.

Cariño, tenemos una cita… ¿Nos vemos en el desayuno?

Mañana es jueves… Mañana es 16… Y eso significa tantísimas cosas.

Mañana a estas horas estaré a casi 900 kilómetros de aquí, de Barcelona. Eso no es lo que me preocupa, lo que me preocupa es estar a esa misma distancia de ti…

Mañana me sale el avión de camino a casa. Mi hermana está a punto de dar a luz y yo, no me lo quiero perder por nada del mundo. Pero ella, mi chica, no podrá venir hasta dentro de unos 15 días por motivos laborales…

Vamos a estar 15 días separadas… Muchas os reiréis… Pero en cinco años que llevamos juntas, si sumamos todos los días que hemos estado separadas por diferentes motivos, no llegan a 15 días, así que imaginad lo que esto significa para nosotras.

Yo tengo muchos sentimientos encontrados, enfrentados… Estoy deseando bajar de ese avión y ver que me espera mi hermana, tocarle la barriga, abrazarla y pasar todo el tiempo del mundo con ella. Ayudarla a colocar la ropa, la cuna, el cambiador… A preparar la mochilita para cuando tenga que ir al hospital… Estoy deseando que se ponga de parto y ver la cara de mi hermana, emocionadísima, cuando le dejen ver a su hija. Estoy deseando ver la cara de mis  padres cuando vean la cara de su primera nieta. Estoy deseando ver la cara de mi sobrina, de mi ahijada… Pero ¿sabes lo que deseo? Que todo esto, lo pudiera hacer contigo de la mano, entonces sí que sería perfecto. Mi hermana, nuestra sobrina y tú y yo. ¿Qué más podría pedir?

Sé que no es fácil para ninguna de las dos, cariño, por eso te pido paciencia. Ya sabes que yo estaré allí, preparando todo. Y cuando tú vengas, te presentaré a la nueva sobrina. Aunque antes, habrás visto unas mil fotos.

Además, tengo la suerte de que voy a estar súper liada, no solo por lo de mi hermana, sino porque en tres semanas tengo los exámenes, así que me voy a poner a estudiar y aprovechar el tiempo como una loca. También tengo lo del libro, que lo acabaré allí… Creo que estos días que voy a estar en casa van a ser una vuelta a mi pasado… Durmiendo en una cama de 90, con mi escritorio, mi ordenador y mis apuntes. Comiendo en casa, con mis padres, ayudando en casa…

Me gusta cuando hablas de la niña… Me encanta ver esa luz en tus ojos… Y sé que estás deseando verme con la niña en brazos y no se quien se emocionará más, si tú al verme a mí emocionada con la niña o yo de tenerla mientras tú me miras. Sea como fuere, que enero corra mucho y febrero te traiga a mí.

Creo que tras cinco años no se dormir sin ti, no se dormir en una cama tan pequeña, no se cocinar solo para una o hacer la compra para tantos… Creo que los chistes que haga no serán tan graciosos si tú no estás al otro lado, para reírte conmigo. Creo que te añoraré como nunca lo he hecho con nadie, pero creo que nos hará más fuertes, más si cabe. Además, ¡qué son 15 días, maldita sea! Eso no es nada, mi vida.

Te quiero.

Hoy tengo una cita, sí, con mi chica.

Hoy hemos quedado para adornar la casa con motivos navideños. La Navidad ya está a la vuelta de la esquina y por una u otra cosa, nosotras cada vez estamos más liadas, por lo que hemos fijado el día de hoy como el día “a”… ADORNAR!!! Así que hoy desempolvaremos  todos los adornos, el árbol, las luces… Y dejaremos la casa lista para afrontar este mes, estas fiestas y comenzar como se merece el 2014.

A mi chica le encantan estas fiestas… Le encantan las luces, los árboles gigantes, los adornos con formas raras, las bolas redondas en las que siempre nieva… Le encanta las pistas de patinaje, la nieve, los villancicos, los gorros y los guantes de lana, los regalos, la ilusión de los niños (y de los no tan niños…) Le encantaría estar en New York en estas fiestas… Le encanta ver películas en las que salga esa ciudad en esta época…

Me encantaría tener un salón más grande para poder poner un árbol más grande… Porque se que a ella le encantaría… Pero nos conformaremos con lo que tenemos y con nuestro árbol pequeñito…

                                                               

Así que hoy es el día que hemos nombrado “Día A”… ADORNAR… así que, hoy he preparado una comida “más especial” que de costumbre… Hoy comeremos acompañadas de una copa de vino, un vino especial para mí, ella lo sabe. Un vino de esos que siempre tienes guardado por si viene alguien especial… Por si tenemos que celebrar algo… Por sí… ¡Ya está bien!

¿Qué hay más especial que ella y yo? ¿Qué hay más especial que nuestro “Día A”? ¿Qué hay más especial que un día más juntas, escuchando música, adornando nuestra casa juntas, entre risas y besos y sabiendo que serán unas grandes, bonitas e increíbles fiestas? Así que sí, hoy brindaremos con vino, por ella, por mí, por nosotras y por lo que queda por venir…

Así que ese es el plan de hoy… Veremos una película típica navideña, escucharemos villancicos y adornaremos la casa… Hasta la puerta de entrada… ¡TODO!

Las Navidades siempre me ha parecido que son unas fiestas llenas de contradicciones… Pero de eso hablaremos otro día. La verdad que me gustan estas feistas, que me gusta pasear por una Barcelona iluminada con motivos navideños, me gusta ver a la gente pasear, alegre, me gusta ver como la familia y amigos de devanan los sesos para buscar regalos… Me gusta pensar que el año que viene podré celebrar las Navidades con mi sobrina, con mi ahijada… A la que, sin que su madre se entere, la colmaré de regalos, de besos y de todo lo que esté en mi mano…

Por cierto, felicidades a todas las Inmas… Que hoy es su día y en mi vida hay más de una…!!

 

Continuamos con la fiesta sorpresa de cumpleaños  ¿Os parece?

Cómo ya os dije, le había preparado una fiesta sorpresa con la ayuda de todos nuestros amigos. Me había puesto en contacto con todos y entre todos habíamos “tejido” este plan. Os puedo asegurar que me siento, enormemente orgullosa de los amigos que tenemos.

Pues ahí estaba mi pequeña cumpleañera, con los ojos vendados, al pie de las escaleras, con su alfombra roja iluminada por varias velas… Cuando se quitó el pañuelo y vio dónde estábamos, la alfombra, las velas… Se quedó… Imaginaros… La invité a que fuera subiendo, a que fuera entrando…

Allí nos esperaban nuestros amigos, todos elegantemente vestidos con sus sombreros y sus máscaras… No reconocía a nadie… Ahí estaban todos, grabando videos o haciendo fotos y ella les miraba, me miraba y me preguntaba porque no les reconocía…

Mi amiga Inma, la que se casó y, el marido salieron de detrás de la barra para sorprenderla. No os puedo decir su expresión, pero os aseguro que el brillo que tenía en su mirada, fue el mejor de los regalos que yo recibí esa noche.

Los amigos estaban ahí porque yo les había avisado para el cumpleaños de mi chica, pero no se olvidaron de que también era el mío. Había una pancarta que nos felicitaba a las dos y que decía eso, que no se habían olvidado. Son muy grandes.

Una vez que saludamos a todos, agradecimos a todos su presencia, bromearon por la fiesta, por la sorpresa, por como la habíamos engañado todos… Nos dispusimos a cenar.

Yo me sentía como en mi boda, os lo aseguro. Habían dispuesto las mesas en forma de C para que todos pudiéramos vernos las caras y en el centro estábamos nosotras, presidiendo.

Terminamos de cenar y antes del postre nos dieron el “primer regalo”. Porque a pesar de que la fiesta era para ella… No se olvidó nadie de que también era mi cumpleaños….

Nos dieron una caja enorme que ponía “KIT DE SUPERVIVENCIA”. Cuando lo abrimos vimos muchos paquetitos pequeños y unas “normas” de cómo debíamos de proceder para ir abriendo. Las normas eran: Primero ponernos unas coronas, unas gafas, unas pulseras y un colgante de cartón, a continuación coger el paquete que correspondía, ya que estaban numerados y antes de abrirlo debíamos darnos dos besos, darnos un abrazo y gritarnos ¡feliz cumpleaños! … Os digo que había 15 paquetes… Ni más ni menos… La verdad que fue muy gracioso tanto lo que teníamos que hacer, lo que nos iban escribiendo y lo que nos encontrábamos en el paquete, son increíbles.

Después comencé a darle algún regalo mío, claro. Le había hecho un “Libro Hoffman” con sus mejores recuerdos, con fotos desde que era niña, con las fotos de los viajes, con la familia, con los amigos…

Después le di dos sobres. Uno contenía un bono para poder ir a montar a caballo y hacer una ruta, cosa que le encanta, ya que adora a este animal. Y el otro sobre tenía las entradas para ir al concierto de Malú en Barcelona el próximo noviembre, que también le encanta…

Y por último el regalo más esperado, el regalo que más tiempo me costó preparar, el regalo que con más cariño preparé y que se, que aunque fue muy cursi, le encantó. Era mi primer libro… Sí, mi primer libro encuadernado y todo lo tiene ella. Si me acuerdo haré unas fotos  y las subiré para que podáis verlo ¿De acuerdo?

Luego los amigos nos iban dando los regalos “a pares”. Se pusieron detrás de nosotras y nos iban pasando los regalos. Una bolsa para ella, una para mí… ¡¡TENEMOS UN MONTÓN DE REGALOS!! Muchísimos regalos, más de lo que yo me hubiera imaginado. Millones de gracias a todos.

Pero entonces llegó el regalo… EL REGALO… Mis hermanos no pudieron venir a la fiesta porque vivimos muy lejos… Y para mí la familia es muy importante, muchísimo. Y ya no os digo nada de mi sobrina, que aún no le he visto la cara y ya la quiero cómo a nada…

Nos sentaron y nos dieron un regalo para las dos. Rompimos el envoltorio entre nervios y risas y ahí estaba…Era un marco con la foto de la ecografía 4D de mi pequeña, de nuestra pequeña… Su primera foto ya enmarcada y con esta leyenda a pie de foto: ¡¡FELICIDADES TITAS!! Fue un momento tierno, bonito, dulce… Enseguida llamé a mi hermana y le di las gracias por colaborar. Esa foto, a día de hoy, preside nuestro salón.

Pero no nos dio tiempo a guardarnos el pañuelo… No… Sobre todo a ella. Últimamente me estoy haciendo una experta en esto de hacer videos… Ya hice uno para la boda de mi amiga y decidí hacerle uno a ella.

Seleccioné las fotos con mimo, con sumo cuidado… El video comenzó con su infancia, con las fotos de bebe, con sus padres (que también estaban en la fiesta)… Después ya de niña, de adolescente y después ya de adulta. Con todos sus cortes de pelo, con sus amigos, con sus viajes, conciertos… Cómo había faltado mucha gente por diversos motivos, les pedí que si me podían mandar una foto/video felicitándola para poder incluirlo. La mayoría de la gente colaboró, y así acabé mi video. Con toda la gente felicitándola, incluso mi bisabuela, mis hermanos, amigos que viven en Madrid…y por supuesto, todos los presentes. Fue muy bonito y emotivo.

Después ya comenzó el baile, el cachondeo, los pasos más estereotipados que os podáis imaginar, pero… ¿Qué hay más bonito que un montón de gente bailando la misma canción y sabiéndonos todos los pasos?

Era un día especial, pero más aun, era para alguien muy especial. Quería que por una cosa o por otra nunca olvidase este día. Quería que se sintiera en el centro de la fiesta, quería que sintiera todo el cariño que le tienen sus amigos, lo querida que es, lo mucho que la aprecian. Quería que sintiera que yo haría cualquier cosa por ella… Que yo movilizaría a los amigos, que conseguiría que todos le engañasemos, incluso sus padres, que conseguiría hacer y deshacer un montón de cosas sin que ella se enterase, aunque para ello me robase el sueño y me pasara todo el día muuuuuuy cansada. Quería que sintiera eso, que es mi princesa sin peros y sin porqués…

Así que a todos GRACIAS. Porque me ayudasteis en todo, en preparar, en idear, en engañar… Porque no solo hicisteis todo eso, sino que no os olvidasteis de mí y me hicisteis sentir como si estuviera en casa… Porque sois geniales, porque cada uno de vosotr@s, de una u otra manera sois indispensables para las dos y os queremos, mucho.

¡¡ Gracias de todo corazón a todos los que habéis colaborado !!

 

 

Hará cosa de un mes decidí que quería hacer un regalo especial a mi chica por su cumpleaños. No quería regalarle un detalle y llevarla a cenar…No, este año, sería distinto, este año lo recordaría el resto de su vida, así que, me puse manos a la obra.

Cree un grupo de “WhatsApp” con nuestros amigos más directos y les comenté la idea que había tenido. La verdad que no me esperé que la gran mayoría, sin importar el día, ni el lugar, ni el precio… Aceptase, todo por estar en su día, con ella.

¿Os acordáis de mi amiga, la que se casó? Pues bien, ella y su marido, adelantaron su luna de miel dos días para poder acompañarnos ese día… Os lo digo todo ¿Verdad?

Me pasé un mes hablando en “secreto” con los amigos, escondiendo el móvil, quitándole las notificaciones cada vez que llegaba a casa, silenciándolo… No os podéis imaginar el estrés que llevaba encima.

Al final encontramos el sitio donde lo íbamos a celebrar y apalabramos un menú. El restaurante en cuestión, tiene cuatro escalones antes de acceder, dónde pondrían una alfombra roja con velas a ambos lados hasta llegar a la puerta de entrada. Así la recibiríamos. Así que una vez que teníamos el restaurante, el menú, los invitados, los sombreros de copa y las máscaras que íbamos a llevar, solo quedaba… “engañarla”, y esa era mi misión, je je.

Creo que ya os había comentado que nuestro cumpleaños es el mismo día, que nacimos exactamente el mismo día y que siempre celebramos el cumpleaños juntas… Pues bien, este año cayó en viernes y no teníamos preparado “nada” para hacer, así que ella, escribió a todos nuestros amigos ( a los mismos que había escrito yo… ) para quedar a  cenar todos juntos y así alegrarme el cumpleaños y sorprenderme, por supuesto… Pero todos dijeron que no podían, se inventaron mil y una excusas para no ir, por lo que os podéis imaginar su indignación y su enfado… “Vaya amigos, no quieren venir a cenar, ya les vale…” Y mientras, en realidad, todos estaban haciendo cosas para que el sábado saliera todo a pedir de boca, para ella.

Y llegó el sábado… ¡¡Qué estrés!! Yo tuve que dar mil vueltas con el coche para recoger todo lo que teníamos escondido por ahí, para recoger los regalos, para recoger a mi amiga y a su marido, para llevarles al restaurante y dejarles abandonados allí, porque si no nos pillaba… Muchísimo estrés. Pero todos, los amigos, sus padres y yo, estuvimos al pie del cañón, preparados para todo.

A las 19,30 o así llegó ella del trabajo y la lie para que se quedara conmigo en el sofá, diciéndole que la película que daban en antena 3 estaba muy interesante ( yo acaba de llegar del restaurante, que había dejado allí a mis amigos…). Nos dieron las 9 viendo la película, entre bromas y risas.

Habíamos quedado que el sábado saldríamos a cenar, ya fuera solas o con alguien, pero como todo el mundo tenía planes… Iríamos nosotras… Así que me preguntó que si al final íbamos a salir y al decirle que sí, se fue directamente a la ducha.

Tras prepararnos, la monté en el coche y le vendé los ojos… Lo sé, lo sé, eso ya deja poco a la imaginación, pero no tenía más remedio, sino me pillaría nada más doblar la esquina… Le di varias vueltas por el pueblo antes de salir y dirigirme al restaurante. Le iba hablando, dándole besos, cogiendo las manos… Estaba tranquila.

Al llegar, aparqué el coche, la ayudé a bajar y con los ojos aun tapados la dejé al pie de las escaleras. Cuatro escalones la separaban de todos sus amigos, cuatro escalones la separaban de la gran sorpresa que llevábamos tiempo tejiendo en el silencio del whatsapp…

Le quité el pañuelo que cubría sus ojos y se quedó un poco aturdida al ver el restaurante… ¿Qué hacemos aquí…? Me dijo. Yo la animé a que subiera y entrara en el local. Aun no veía a nadie. Nada más entrar, con el paso temeroso que iba, comenzó a ver a gente con sombreros de copa tintados a base de purpurina de colores y unas máscaras con gafas y narices enormes… No reconocía a nadie… Pero todos la saludaban y le cantaban el mítico “Cumpleaños Feliz” de Parchís….